Por Salvador González González.
Creo que han mareado tanto la perdiz, en esta etapa reciente, que habiendo quemado la primera intentona de formar un gobierno con Podemos, y que por culpa de su líder, Pablo Iglesias, no fue posible. El No es No repetitivo de Pedro Sánchez, por la situación en que ha quedado el PSOE; no les va a quedar más remedio que buscar una salida para que gobierne el PP y ellos quedarse como oposición, y así recuperar su implantación y prestigio hoy deteriorado profundamente, algo que es malo no solo para ellos, sino para el conjunto del País.
Porque acudir a unas terceras elecciones sería inaceptable, no solo para la sociedad, sino para ellos mismos, salvo que quieran correr el riesgo de convertirse en un partido irrelevante. El vuelco es de tal naturaleza, que algunos dirigentes del PP se están poniendo “gallitos”, exigiendo garantías de gobernabilidad futura y, por tanto, parece que no se contentan con una abstención técnica; mal asunto, si fuese así; de nuevo, los intereses partidarios pretenden prevalecer al interés general.
Creo que, además, hay que tender puentes, al igual que hoy en un mundo globalizado, en el que se ha impuesto una interconexión de razas, culturas, religiones. De manera que la convivencia entre ellas se ha hecho no sólo necesaria sino imprescindible, donde el mestizaje se ha convertido en un valor en alza y cada vez, por ejemplo, son las parejas en la vida diaria más heterogéneas en su diversidad, de manera que o son de razas o de culturas o de religiones distintas…, y sus proles son, por ello, educadas y formadas en la tolerancia y la comprensión del uno sobre el otro.
En la política española, por el contrario, se ha entrado en una regresión infructuosa y negativa que a nada conduce; se ha abierto de nuevo, como hace muchos años, un abismo, un choque frontal entre las derechas y las izquierdas, de manera que no solo no se toleran, sino que se atacan hasta la saciedad; el diálogo, en estos términos, se ha hecho muy difícil. Se parte de esa premisa como una especie de axioma intocable: el nosotros, las izquierdas, no podemos aceptar a las derechas; o los que somos de derechas no queremos ninguna coincidencia con las izquierdas. Esto, en la Europa de nuestro entorno, se ha superado, de manera que ese diálogo en asuntos transcendentales para sus sociedades no solo es posible, sino que es buscado en muchos de sus problemas diarios, con el fin de que participe en mayor medida el conjunto de la sociedad que la conforma.
Esto no quiere decir, ni mucho menos, que haya una coincidencia entre ambos; cada cual defiende su modelo de sociedad y su programa frente al otro; pero esa diferencia no obstaculiza el diálogo y la colaboración entre ambos, cuando es necesario. Una prueba de lo expresado es la inexistencia prácticamente de las opciones que se dicen de centro en nuestro entorno europeo, porque el centro en política, como espacio asexuado, políticamente hablando y sobre todo en la praxis, no existe y sólo aparece a nivel teórico y en sociedades donde, como la española, aún se mantiene ese enfrentamiento visceral y radical entre las dos opciones.
Los instrumentos políticos de sitúan en el Centro Derecha, que puede ir hasta el extremo, y en el Centro Izquierda, que también puede llegar al extremo en su izquierda; y recuerdo que siempre se ha dicho, con razón, que los extremos se tocan, porque la radicalidad de un signo o de otro, llevado a su extremo, produce las mismas convulsiones en la sociedad en la que llegan a imponerse y, por tanto, tan malo es un extremo de la derecha como de la izquierda, porque nada más que depararán frustraciones, tensiones y enfrentamientos en la sociedad.
Es más; me atrevería a decir que ese espacio ideal para la praxis política, en los de izquierda sería el Centro-Izquierda (modelo de la socialdemocracia en Europa); y en los de derechas, el Centro Derecha (Conservadores europeos). Todo lo que les haga radicalizarse sólo puede entenderse desde una coyuntura excepcional (así puede considerarse el Brexit o las posiciones egoístas o incluso xenófobas respecto a los emigrantes y refugiados en determinados países) que, aunque en base a esa excepcionalidad recibiese una aceptación en ese momento, una vez se recupera cierta normalidad, será rechazado por los ciudadanos. Por eso, en países donde existe doble vuelta como fórmula de articular las mayorías, cuando en la primera vuelta alguna opción radical extrema de la derecha o de la izquierda parece que puede alzarse con el triunfo, aparece un mensaje de las fuerzas antagónicas de apoyo a la situada mejor, pero moderada, para que sea ésta, aunque sea su adversario quien se alce con la mayoría para formar gobierno y evitar con ello un gobierno radical de la derecha o de la izquierda.
Entiendo que se debe superar esta dicotomía de enfrentamiento derecha e izquierda, sin que por ello nadie tenga que renunciar a sus principios ideológicos y, por ello, a su programa de máximo, cuando concurra a disputar al adversario, para intentar ser el instrumento político que los ciudadanos elijan para llevar a cabo las transformaciones o el rumbo que sus programas marquen; pero, al mismo tiempo, cuando sea necesario y en tiempos complicados o de crisis, debe existir un diálogo basado en mínimos imprescindibles, para que la sociedad pueda seguir adelante, en esta sociedad del bienestar, tolerancia y democrática que nos hemos dado y en la que queremos seguir viviendo en estos Estados Unidos de Europa, salvo que se quieran copiar modelos conocidos históricamente; que, donde se han aplicado, han fracasado estrepitosamente o que son imposibles de aplicar por sus contradicciones internas que llevan implícitas en sus idearios.