Viajantes, 03

Por Jesús Ferrer Criado.

Era evidente que el alcohol nos había afectado a los dos, pero mi silencio encubría mejor mi estado. Él se bebió su vaso casi al tirón y se puso otro. Viendo que yo remoloneaba con el mío, se levantó y trajo de la cocina un plato de cacahuetes salados.

—Pica de esto, que te gustará; pero no dejes que se derrita el hielo.

Me ofreció el enésimo cigarrillo de la noche y se lanzó a hablar casi como si estuviera solo.

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