El juicio de Salomón

Por Jesús Ferrer Criado.

Esta es una de las páginas de la Biblia más referidas por llamativa y moderna. La escena que se cuenta en el primer libro de los Reyes (3, 16-28) nos sorprendió de niños cuando estudiábamos Historia Sagrada, porque reflejaba la aguda inteligencia, la astucia y el sentido común con que el Señor había dotado al hijo y heredero del rey David.

Veamos: cuando dos mujeres se presentan ante el Rey Salomón reclamando para sí como hijo propio al mismo niño, el soberano dictamina que, puesto que ambas reclaman lo mismo y no hay forma de saber quién tiene el derecho, lo mejor es partir al niño en dos y darle la mitad a cada mujer. Una acepta en seguida, pero la otra prefiere perder el niño y que su rival se lo lleve antes que partirlo, o sea, matarlo. Naturalmente, el rey estaba tendiendo una trampa para que la usurpadora se delatara. Es impensable que la verdadera madre aceptara un crimen así y la decisión del rey no pudo ser otra que darle el niño a la mujer que prefería perderlo vivo y entero antes que sacrificarlo.

El lógico sufrimiento de una madre que ha perdido a su hijo no justifica que prefiera matar al otro niño con tal de que no se lo lleve su verdadera madre. Lo que explica su postura es la envidia, el odio y una condición tan cruel como absurda.

Las dos mujeres de esta historia vivían en la misma casa y cada una tenía un niño de muy corta edad al que acostaban con ellas. Una, sin querer, aplastó a su hijo mientras dormía y, al darse cuenta, sigilosamente pegó el cambiazo. Por la mañana, la otra se despertó con el niño muerto al lado, pero vio que no era el suyo y, ante la negativa de su compañera a devolverle a su auténtico hijo, fue a querellarse ante el rey.

Como tantas otras anécdotas y escenas bíblicas, este relato admite una lectura simbólica y casi nos puede servir de parábola, ese género tan evangélico por cierto.

En tiempos de Adolfo Suárez, 1978, con nuestra democracia aún reciente y cuando ya estaba clara la división de la sociedad española en dos partidos hegemónicos y enfrentados, el de Suárez y el de Felipe González, derecha e izquierda, ocurrió que a la hora de elegir Presidente de Euskadi, cargo al que aspiraban Juan Ajuriaguerra, representante del PNV, y Ramón Rubial del PSOE, la abstención voluntaria de un diputado de UCD, la derecha de Suárez, propició que su rival socialista consiguiera la Presidencia. Recuerdo la frase que se quedó como sentencia: «España, antes roja que rota».

Casi lo mismo, y con el mismo argumento, volvió a ocurrir en el año 2009 con el ahora recién nombrado Presidente de las Cortes, Patxi López, que fue elegido Lehendakari frente al peneuvista Ibarretxe, cuando los votos del popular Antonio Basagoiti inclinaron la balanza a su favor.

La conducta de los socialistas en Cataluña no ha sido esa. Para desbancar a Convergencia y Unió, entonces no independentista, de la Presidencia de la Generalitat no dudaron en unirse a Esquerra Republicana, separatistas desde siempre, ni a firmar el bochornoso y antidemocrático Pacto del Tinell contra el PP y a favor de todos los partidos catalanistas, o sea los mismos que ahora quieren fundar la República Catalana.

La política del inenarrable Zapatero fue siempre en esa dirección, dándoles alas a los separatistas para que llegáramos a la gravísima situación actual.

Las recientes elecciones del 20-diciembre-2015 han dejado un panorama político complicado en el que está en peligro la España que conocemos; podríamos decir la vida del niño y, como en la escena bíblica, se presentan dos madres que pretenden apropiárselo, la derecha y la izquierda. Lo de siempre.

Les guste o no a mis amigos de izquierdas, el PP con 123 diputados ha ganado las elecciones y tiene más derecho que el PSOE con 90. Creo que, como la falsa madre de la Biblia, el PSOE debería aceptar lealmente la situación, sin llegar a ningún vergonzoso “juicio” ‑nuevas elecciones o alianzas contra natura‑, en el que nos haría falta otro Salomón. Por el contrario, parece que está dispuesto a cargarse al niño o aliarse con aquellos a quienes no importa que se parta, con tal de que el PP se quede sin él.

La explicación en este caso es la desorbitada ambición del señor Sánchez y su infinito rencor contra la derecha; o sea, contra más de medio país.

En una democracia, nosotros, sin ser sabios, actuamos de jueces con nuestros votos y en estas elecciones pasadas nos hemos lucido. El sinsentido que se ha instalado en nuestra sociedad ha producido una eclosión de falsos profetas que están poniendo en peligro a la nación entera, en unos momentos especialmente graves; y la solución, si todavía la hay, pasa por un gobierno central fuerte como el que propugna Rajoy, la Unión Europea y el sentido común.

Desgraciadamente, parece ser que Pedro Sánchez no es más que un epígono de Zapatero. Se aliará con el demonio, si hace falta, para salirse con la suya y está más preocupado porque Rajoy no se lleve al niño que por la propia vida de la criatura que, por cierto, está muy malita.

Y una última precisión: la Biblia no habla de dos mujeres sin más, sino de dos prostitutas, una de las cuales demostró ser ruin y miserable.

jmferc43@gmail.com

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