Por Mariano Valcárcel González.
Todavía no comprendo que para ser de izquierdas (se supone que de las verdaderas, las auténticas e impolutas izquierdas) haya que poner en primer término el llamado derecho a decidir de nuestros pueblos (o, por mejor decir y verdaderamente, derecho a la autodeterminación). No entiendo que sea el primer mandamiento inevitable y de obligado cumplimento, en el ideario izquierdista, el cuestionar la estructura de España. Que alguien me explique, si puede y con argumentos de peso, por qué remover algo tan sensible (y tan común, que sí que es verdaderamente común a todo el territorio) sea más importante que sentar las bases de un nuevo estado de cosas social, económico y político.
Determinar ahora y como un resurgir de tiempos pasados, como un salir del pozo de los intentos y ensayos de la evolución fallida, la estructura del Estado que hay que desestructurar, la convivencia de territorios que, se quiera o no, han coexistido históricamente con mejor o peor fortuna y que edificaron un entramado de interacciones, intereses y mezclas (o mestizajes como gusta decirse ahora), porque parece ser que eso distingue a cierta izquierda más o menos anarcoide de otra con el estigma de socialdemócrata, es de una incapacidad mental muy preocupante.
No son nuevas estas tendencias, lo sé, y por ello incido en que renovarlas otra vez, reverdecerlas y darles brío, no es más que signo o de tozudez ideológica o de franca memez y carencia cultural. Carencia realmente de conocimiento y de interpretación de la Historia y carencia de la más mínima responsabilidad presente y futura. El pasado debería sernos tan diáfano que, enfrentados al mismo, nos causara estupefacción y temor (y generase una amplia interpretación de la experiencia). Y tener muy presente el presente, todavía nos obliga a no equivocar la trayectoria.
Pero es más. ¿Necesariamente corresponde a cualquier izquierda que se precie el planteamiento de secesiones o referéndums más o menos arbitrarios sobre territorios asentados y de largo recorrido histórico? ¿No se están tergiversando los criterios de liberación y emancipación surgidos de la lucha anticolonial del pasado siglo, que tenían su lógica tanto histórica como social…? ¿Es que esta izquierda no puede liberarse a su vez de las viejas tradiciones y consignas, repetidas como mantras intocables, que ya quedaron atrás por el mismo recorrido de la Historia? Demuestran de tal forma una rigidez conceptual y doctrinaria muy preocupante y que deja al descubierto que no son tanto nuevas formas de entender la política y lo público como en realidad las viejas formas que no se pudieron poner en práctica (o demostraron una y mil veces su ineficacia).
Me pregunto el por qué esta izquierda tan moderna no aplica estas sinergias en países donde ha visto implantarse parte de su doctrinario. Todavía no he conocido movimientos secesionistas en ninguno de los países iberoamericanos donde tienen sus modelos de acción (o donde los han recomendado). ¿Es que en los mismos no hay estados diferenciales algunos, no hay montaña enfrentada al llano, no hay costa enfrentada a la selva, no hay diversidad de culturas y sociedades, de estructuras económicas opuestas entre territorios de un mismo país? Como ya superaron la etapa colonial hace bastantes años se ve que no cabe entrar en esos pleitos. Y es perfecto.
Si tenemos que fijarnos en algún modelo de diversificación de territorios y posterior encaje o unificación, podemos acudir al modelo federal estadounidense o al soviético. El estadounidense cortó por lo sano y de raíz cualquier futura veleidad de ruptura de la Unión (en una larga y muy dolorosa guerra, aceptada como inevitable por ambos bandos contendientes). El soviético partió del reconocimiento de la enorme diversidad de todo tipo que incluía el imperio zarista, mucho más radical que la que pudiésemos tener por acá, para luego de constituir supuestas repúblicas autónomas (y voluntariamente acogidas al nuevo poder) irlas manejando y controlando de modo centralizado de forma brutalmente eficiente. Y si había que homogeneizar un poquito la población se hacía una deportación masiva… y listos. No nos vengan pues con invenciones y cuentos maravillosos a este respecto.
Más perentorio ahora es el renovar la estructura del Estado en sus instituciones y fundamentos, tal que el sistema electoral, el bicameral (ese Senado que hay que eliminar o poner en su verdadero valor); la independencia de los tres poderes con incidencia muy particular en la del judicial, tan intervenido y manoseado; los equilibrios territoriales, justamente compensados entre sí, donde prime la igualdad de derechos de todos los ciudadanos sean del norte o sur, este u oeste; la elaboración de un sistema educativo universal y adecuado y, sobre todo, estable; la justicia social elevada a categoría constitucional de primer rango que se deba cumplir y sancionar; y otros temas así o más de importantes.
Incidir en lo primero es ir al revés de la Historia y partir de premisas de falsedad conocida, manipulación e injusticia para con otros. ¿Unos tiene derecho a decidir y otros, también afectados (pues no dudemos que el tema nos afecta a todos) no? Para que un territorio tenga derecho a la autodeterminación habrá de proceder de su condición de colonizado (no lo digo yo, lo dicen en la ONU). Salvo en mentes calenturientas o de muy mala intención, ¿dónde está la colonización en los territorios de España?