Una reflexión a tiempo

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Creo que ya que se da por finalizada la copia (en servidos capítulos) que el señor tesorero de la Asociación ha ido publicando en esta página web acerca de las aventuras y desventuras que el fraile carmelita padre Claudio de Santa Teresa vivió en los convulsos años de la guerra civil. Tituló el clérigo “Estampas de mi calvario: memorias de un fraile miliciano en la Guerra Civil española”, su relación.

Como en su día indiqué, yo tenía noticia de la existencia de la misma e incluso tuve fotocopiada parte de la misma, gracias a la generosidad del párroco don Eusebio Figueroa. Lo demás lo he tenido que conocer a través de las entregas citadas. Pero ¿por qué mi interés?; pues el que puede derivar de la veracidad de unos hechos que previamente al conocimiento más concreto de los mismos yo había novelado con el título de “Te pasarás al otro lado” de la que era protagonista un seminarista a punto de profesar y que es arrancado por la revolución de dicha vida para vivir vida nueva y aventuras, enrolado en el ejército popular. Claro, ficción y realidad no fueron lo mismo mas se acercaron bastante (incluso coincidían en ciertos detalles, al menos en la primera parte). Aclaro; los datos verdaderos que yo manejaba eran los proporcionados por el relato de mi padre, que los vivió. Entiéndase pues mi interés en conocer el devenir del verdadero e histórico protagonista de esta historia. Estos datos los ratifica el señor tesorero por los relatos que familiares muy allegados le contaron (e incluso protagonizaron).

Ponía en boca de mi protagonista ciertas reflexiones que a mí me parecieron oportunas y hasta convenientes, dadas las circunstancias habidas; reflexiones que, sin embargo, del ser de carne y hueso nunca llegué a leer y no consta que las hiciese en ninguno de los capítulos escritos, al menos. Si aquel fraile se las hizo, aunque fuese en su interior, o llegó a manifestarlas en algún círculo más o menos restringido, quedaron bien ocultas.

Antes bien, y es en cierto modo comprensible, las descalificaciones hacia los rojos y el anhelante deseo del triunfo de las tropas franquistas es más que evidente. También llego a creer que como el librito se publicó posteriormente y en Argentina (donde el clérigo fue trasladado) y con el Caudillo en su cénit, le era más que necesario manifestar la adhesión al régimen; no excluyo que también considerase necesario tanto la relación de los hechos como la loa de los vencedores, por si su actuación en el área republicana (no habiéndose pasado a las filas nacionales) fuese motivo de cierta sospecha.

Las reflexiones de Cifuentes (mi protagonista) sobre el porqué de esa situación revolucionaria, tan violenta contra todo lo que significaba iglesia, sacerdotes y religiosos; ese odio atroz y criminal, que sin duda existió y explotó, le llevaba a hacer un repaso a su vez de la actitud de la iglesia española, en general, hacia el pueblo llano o hacia los obreros particularmente; y, por la misma vía, entendía que los más obligados a atender a esas gentes, generalmente las habían abandonado; que el estamento religioso estaba más arrimado al poder y a la riqueza y de ahí la desafección, luego convertida en tanto odio y crueldad.

Esta reflexión que debió hacerse la iglesia española nunca existió, al menos inmediatamente y de forma oficial, tras las consecuencias sufridas. Optó muy claramente por el bando sublevado con franco apoyo, en la certeza de que recogería los frutos, como así sucedió. Es natural que, tras los sufrimientos habidos, mirasen hacia los militares como su mejor apuesta; es natural, como humanos, el posterior rencor y los deseos de venganza (humanos, pero poco cristianos) y el que, teniendo la oportunidad de consolidarse como poder casi absoluto, no lo fuesen a aprovechar. Sí; entiendo que ello es natural, mas no es (no fue) en modo alguno misericordiosamente evangélico. Cierto que hubo pastores que entendieron que el rebaño necesitaba cura, remedio y atención primordial a sus miembros descarriados o enfermos. Los hubo y quedó constancia (¿no hemos conocido la Safa?); y también, que luego, tras décadas, surgiría la revisión y el movimiento de los llamados curas obreros;pero, precisamente durante décadas, la iglesia española aceptó y vivió de muy buena gana de lo que se derivaba del triunfo de Franco.

Por eso y aceptando el sufrimiento que el fraile pasó (en franco peligro real de morir violentamente) y que él vio cómo pasó con otros, no puedo entender que esos sufrimientos le hiciesen reflexionar sobre algunos aspectos sólo para su santificación y ejercicio de la santa paciencia, en unas pruebas que Dios le ponía como mero camino de perfección personal. No pasó por su mente analizar causas y efectos bajo un prisma más terrenal y verdadero. No se dio cuenta del rencor que acumulaba hacia sus verdugos. No hizo examen de conciencia sobre su propia labor pastoral.

Escribir sobre esto es difícil, pues las heridas nunca se cerraron, las de ningún bando, y salta la sangre ante nuestros ojos en cuanto se mencionan hechos, se intentan abrir fosas, o simplemente se pretende observar y comentar la historia desde un punto menos caliente y menos vengativo. Al no dejar en paz a nuestros muertos (nuestros, todos) y darles el reconocimiento debido, seguimos ahondando en la herida, en las heridas tal vez hasta con deleite. Reabrimos fosas mentales y al reabrirlas ahondamos hasta convertirlas en fosos separadores. Mal andamos.

Mi protagonista no volvió al pasado (como muchos otros que también sufrieron lo que el padre Claudio), sino que afrontó su presente y su futuro, que lo llevó, sin renunciar a lo vivido, a nuevas situaciones personales. Es lo que el verdadero personaje parece ser que nunca hizo.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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