A raíz de la muerte del padre Mendoza, me vienen recuerdos de mi infancia: los de los años en que yo hacía la Primaria en el colegio “de los Jesuitas”, como se le decía en Úbeda. Entre los curas que por esos años transitaban por el centro, uno de los que permanecieron (prácticamente hasta el final) era Mendoza. Y nos aprovechaba a los chiquillos más “cumplidores” (o que creía más seguros y serios) para entregar ciertas cartas en diversos domicilios de la ciudad. Eran unos sobres amarillos que llevaban impreso un membrete que decía “ACCIÓN SOCIAL PATRONAL”.
Estaban dirigidos a diversos empresarios, patrones y caciques locales. Los más significativos. Nunca me atreví, pues llevé bastantes veces estas misivas, a abrir alguno de estos sobres y leer su contenido. Tal vez ni lo hubiese entendido. Y lo cierto es que ahora me pregunto: ¿y lo entendían sus destinatarios? Eran, como he escrito, destacados miembros del caciquismo local, dueños de las pocas fábricas o empresas de cierto calado que existían y más proclives y afectos a la otra orden masculina y docente establecida en el lugar: los Salesianos.
Creo que eran siembras en tierra baldía o en piedras, las que intentaba el cura Mendoza; aunque su interés social no lo pongo en duda. Entonces, también andaba por acá el padre Marín, que se mostraba muy activo en el movimiento juvenil llamado “Vanguardia Obrera”. Su nicho operativo eran los alumnos de Formación Profesional, por aquello de que serían ellos los futuros obreros. Y tanto el padre Mendoza como el padre Marín se mostraron también muy activos en fomentar las relaciones entre el alumnado safista y grupos de chicas de la localidad. De ahí surgieron algunos matrimonios.
Entre la Compañía había núcleos de miembros bastante tradicionales y afectos al Régimen y otros que destapaban sus ideas más progresistas: los que no cerraban los ojos a la realidad que les rodeaba y entendían que había que trabajar por la mejora y regeneración de la capa de trabajadores y jornaleros, especialmente en Andalucía. De ahí, lo que Villoslada pretendía al fundar las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia en nuestros territorios. No se engañaban ni se distraían en meditaciones exclusivamente celestiales: sabían que lo que se hacía contribuía al alcance de lo anterior.
Bermudo, luego de su personal tránsito ideológico, también se metió de lleno en la consideración de lo social, del obrerismo como apostolado. Se metió con vehemencia y, tal vez, sin ponderar las circunstancias que todavía existían. Adoptó hasta el jersey de cuello alto (eso sí, negro y con cremallera) y el fumar en cachimba. E intentó concienciarnos, no sólo a los alumnos de “Profesionales”, sino también a los que ya habíamos entrado en Magisterio. Para ello, hasta se trajo a Úbeda a algunos miembros de la HOAC y de otras tendencias cristianas más hacia la izquierda (nadie declaró, entonces, ser comunista).
En efecto, los jesuitas manifestaban una concienciación social más sensible hacia el mundo del trabajo que sus “rivales” en la localidad, los salesianos. Eso se mantuvo e incluso esta diferencia de actitudes se evidenció en la evolución de los dos centros de estas órdenes en Úbeda. Los jesuitas se escudaron en el Patronato para ir retirándose paulatinamente de las primeras líneas (incluso desaparecer físicamente del edificio escolar), mientras los otros siguieron al frente directo de su centro y controlando con efectividad, antes y después, a su alumnado.
Lo social, entre los salesianos, va en orden posterior a lo religioso.
El padre Mendoza creo que terminó dejando por imposibles a los destinatarios de sus misivas, o quizás fueran ellos los que lo dejasen a él. La última vez que tuve alguna relación institucional con él, a nivel de colegio, fue cuando lo colocaron para darnos clases de inglés (en Magisterio) y creo que la cosa ya le venía algo grande. Trajo, eso sí, a un muchacho nativo, Michel, y al pobre le dimos verdaderamente unas tremendas clases de cerrilismo: tal lo tratamos. Creo que el chico se iría espantado.
Lo que vino después, los años de radicales reformas, lo vivió ya desde otra perspectiva. Nunca como en aquellos primeros tiempos en Úbeda y con la implicación que en ellos tuvo. Y, creo, serán los que recuerdan muchos de los que pueden leer estas líneas.