26-10-2009.
Los asistentes a la reunión anual de AAMSU llegamos un poco tarde a esta visita del Palacio de los Marqueses de Busianos, porque nuestra Asamblea se había hecho muy participativa y extensa en su apartado de Ruegos y Preguntas. Pero pudimos enterarnos, suficientemente, del significado de la fachada del edificio que ya estaba comentando nuestro querido y asociado Juan Ramón Martínez Elvira.
Esta foto ha sido enviada por José Luis Latorre Bonachera.
Al igual que otros palacios ubetenses (Conde de Guadiana, Marqués de Mancera, Orozco, Medinilla, etc.), el de los Marqueses de Busianos ostenta actualmente un título que no corresponde al de su fundador. Este fue don Diego López Mexía, comendador de la Orden de Santiago, regidor y Alférez Mayor de la ciudad, gentilhombre de los Reyes Carlos I y Felipe II y su embajador en Túnez.
La vieja casa solar, ubicada en la colación de San Lorenzo, y todavía en funciones de tal en 1563, va a trasladarse a los pocos años fuera de las murallas, caso poco frecuente entre la nobleza ubetense. Se compran terrenos en la calle del convento de la Trinidad, se busca quien dé la traza (sin que hasta el momento haya aparecido su nombre) y se comienza a levantar el más suntuoso y amplio de los palacios erigidos en los arrabales. Para 1580, fecha inscrita en la cornisa superior, la fachada de la nueva mansión está concluida. Se sabe, al menos, que en ella trabajaron Tomás de Arias y Salvador de Quesada.
Apaisada, se compone de dos cuerpos. El superior lleva cinco huecos de balcón sobre repisas muy voladas, sostenidas por lujosas y elegantes ménsulas partidas, las mismas que, por la parte de arriba, soportan todo el entablamento, coronado por frontón triangular, en cuyo tímpano se labra un escudo heráldico. Descansando sobre los lados menores del triángulo van tres pináculos de corte clásico, a excepción de los correspondientes al frontón central de la fachada, que se convierten en mascarones de clara influencia azteca. Repisa y frontón se unen por medio de pilastras jónicas de fuste estriado.
En el eje central del cuerpo inferior se abre la puerta, flanqueada de pilastras toscanas y con dintel monolítico. Lo más destacable de todo el conjunto es el soberbio escudo del fundador, sobre pergamino y rematado de celada con lambrequín en la que va esculpida la cruz de Santiago.
Bajo cada una de las demás repisas, y formando parte consustancial de ellas, se abrió en su momento una pequeña y deliciosa ventana de la que sólo ha quedado un ejemplar, pues las otras tres se han transformado en huecos mayores, tal y como, desgraciadamente, ha ocurrido en numerosos palacios ubetenses (Deán Ortega, Marqués de la Rambla, Conde de Guadiana…).
A la derecha del paño de fachada sobresale un cuerpo a modo de torre que, al parecer, nunca llegó a concluirse, pues si bien presenta en su lateral interior el mismo tipo de balcón que acabamos de ver, en los demás paramentos adolece de escasas pretensiones, a excepción de la cornisa general del edificio, que se continúa, y de las molduras de una primitiva ventana que, posteriormente, fue sustituida por un misérrimo balcón.
A comienzos de 1581, los canteros Diego Gil y Diego de Ávila se obligaron a erigir el patio interior. Ruiz Fuentes afirma que tomarían como modelo el del Hospital de Santiago, pero abundando en una mayor riqueza decorativa. El hecho es que, con parecido o no, el patio de esta casa es de una excelsa armonía. En cada lado se disponen dos tandas de cuatro arcos de medio punto, sostenidos por finas columnas de piedra de una sola pieza con capitel de orden toscano. Sin embargo, es en la galería superior donde el cincel del cantero obtiene sus mejores logros, pues el labrado de los antepechos sitúa a estos en el grupo de los más meritorios de toda la edilicia ubetense. En sus enjutas, como nota curiosa, destacan unos óculos que taladran la piedra, siendo todos en forma de círculo, excepto los que se abren en el eje central de cada lado, que tienen forma de elipse.
La escalera se constituye en una de las más espaciosas de la arquitectura civil ubetense. Consta de dos tramos con rellano y en los respectivos arcos que dan al patio luce magnífica decoración pétrea. Su caja, por el contrario, es muy sencilla. Se cubre con cúpula rebajada de yeso, decorada con pinturas que nos parecen muy elementales, pero que tal vez sea debido a una mala restauración posterior.
En el siglo XIX, el edificio pasó a manos de los Busianos a través de Da Manuela de Orozco y Bernuy, VIII Marquesa de tal título. Después fue comprado por don Ricardo Sola y, en la actualidad, su propietario es don Miguel Blanco Martínez, que está paulatinamente procediendo a su restauración.
JUAN R. MARTÍNEZ ELVIRA.
De las cuatro visitas que he realizado, esta ha sido la más rápida. Su expositor sigue siendo un excelente orador, lleno de expresividad artística y científica. Lástima que el palacio esté en obras (casi eternas, por su retención), que lo llenan de elementos técnicos obreros que afean su conjunto.
Y, con esta visita, cierro este ciclo.