Úbeda y Baeza: encuentros y desencuentros

26-05-2009.
Va para seis años del gran encuentro que supuso para nuestras dos monumentales ciudades, Úbeda y Baeza, la declaración conjunta de Patrimonio de la Humanidad. Dos ciudades tan próximas en la distancia y tan lejanas en el conocimiento mutuo.

La declaración vino a poner fin, al menos en el papel, esa relación secular entre Úbeda y Baeza. Una relación que se ha caracterizado, paradójicamente, en la falta de relaciones que ubetenses y baezanos nos hemos “obsequiado” a lo largo de los siglos, originando una inercia que tiene todo el viso de permanecer aún por mucho tiempo.
Quiero ofrecer, al respecto, una visión ‑la mía‑, obtenida desde la perspectiva ubetense; es decir, desde el arroyo de Santo Domingo para acá, siendo este pequeño cauce el primer desconocido para la mayoría de los ubetenses, que marca la línea divisoria entre ambos municipios y que discurre por las inmediaciones del cortijo de El Encinarejo, donde últimamente se levantan naves industriales dedicadas al cemento, venta de muebles y alguna almazara.
En esta relación interurbana, en la que aún seguimos dándonos las espaldas, quizás, a los ubetenses nos sobre un poco, o “un mucho”, de arrogancia y nos falte algo de humildad y, sobre todo –quizás‑, nos falte realismo, porque para muchos ubetenses hemos tenido a Baeza como un “pueblecillo” con el que nos encontrábamos a la salida de Úbeda, cuando íbamos a Jaén, y que, hasta hace poco, pasábamos a toda prisa y sin detenernos por el centro urbano. Hoy, con el desvío de la carretera, ni eso.
Quedaríamos asombrados si pudiéramos preguntar a muchos ubetenses, que posiblemente han visitado las más importantes catedrales de España o han estado en Roma e incluso en Jerusalén, si han estado alguna vez en la catedral de Baeza; o si han asistido al canto del famoso Miserere que se celebra en ella cada Martes Santo. Eso, suponiendo que sepan que Baeza tiene catedral.
¿Cuántos ubetenses han visitado los principales monumentos de Baeza, o la han recorrido, saboreando sus encantadoras callejas? La respuesta también nos dejaría perplejos.
Los ubetenses no tenemos motivo alguno para mirar a Baeza con aire de superioridad, porque es mucho lo que deberíamos copiar de Baeza; como, por ejemplo, la limpieza de sus calles, la ausencia de pintadas, el exquisito tacto en la conservación y mantenimiento de monumentos, la ausencia de excrementos en la vía pública, el respeto a las señales de aparcamiento frente a los monumentos.
Pero lo que más llama la atención en Baeza es la ausencia de esos enfrentamientos virulentos entre partidos políticos, como tienen lugar en Úbeda, sobre todo cuando es la derecha la que gobierna. Quizás ahí esté el origen de todos los males de Úbeda: cuando se anteponen los intereses de partido a los del bien común.

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