Sueldos y trabajo en política

06-09-2008.
Suele levantar cierta expectación ciudadana, a veces morbosa, el hecho de que los munícipes elegidos por el pueblo para gobernarnos se asignen sus correspondientes sueldos. Es la primera medida que suelen adoptar, como es lógico, nada más dar con las posaderas en los sillones.
 

Una actitud totalmente irreprochable, pues todo hijo de vecino que se precie de currante es lo primero que concierta cuando es llamado a un puesto de trabajo. No suelo elogiar la conducta de los alcaldes que renuncian a su sueldo, a pesar de ser un hecho que les dignifica; siempre les quedarán remuneraciones por dietas, por gastos de representación, por complementos varios y otras gabelas.
Pienso que los munícipes elegidos para gobernarnos deben estar pagados; y además, bien pagados. Deben sentirse satisfechos, cómodos, como es justo que debe sentirse cualquier trabajador. Es un motivo más, el que más, para exigirle un buen rendimiento en el trabajo.
Por eso no entiendo cómo puede haber partidos políticos que preconizaran en la pasada campaña electoral que sus candidatos, en caso de ser elegidos, se impondrían como sueldo el salario mínimo interprofesional. Me parece el mismo disparate que si hubieran propuesto dejar la ostentosidad del palacio de Las Cadenas y trasladar las dependencias municipales a un par de pisillos, o tres, ‑modestitos‑, de treinta metros cuadrados ‑de esos de la ministra Trujillo‑, y dejar la sede municipal para uso de unas cuantas asociaciones benéficas sin ánimo de lucro.
Dudo mucho de la eficacia, ni siquiera de la conveniencia de adoptar el salario mínimo. Sería el mejor germen para generalizar el malestar y el descontento de la gente que trabaja con eficacia y con afán de superación. La solidaridad no consiste en igualarnos por abajo, ni en compartir la miseria, sino en extirparla con medios ‑¡con todos los medios!‑ adecuados.
En cualquier caso, debe quedar muy claro que quienes ya están instalados en sus poltronas tienen el deber inexcusable de trabajar, y de trabajar duro. No valen excusas ni pretextos ni lamentaciones, como las que se están oyendo de los dirigentes del partido Socialista de Úbeda, desde el mismo momento en que se enteraron de que habían ganado las elecciones, tales como: «Será muy difícil sacar adelante los proyectos por culpa de la deuda que arrastra el Consistorio». Y otra, mucho más exquisita: «Hemos heredado una delicadísima situación económica que nos obliga a cuidar en extremo los gastos que se realizan desde el Ayuntamiento». Esta última, contenida nada menos que en un programa de fiestas, en las del Renacimiento.
Para el programa de la Feria pueden inventarse otra parrafada lastimera un poco más cargada de bombo. Por eso, porque tienen que «cuidar en extremo los gastos» anulan tres conciertos de Feria, a cambio de la actuación de Dos pájaros de un tiro, de Sabina y Serrat. Buen par de pájaros, no lo dudo, que han recibido de nuestro Ayuntamiento 120 000 euros, más una importante participación de la taquilla, superando considerablemente el costo de los conciertos anulados. ¿Tanto le tienen que agradecer a Sabina? ¿Dónde están las palabras de «menos fiestas y más obras sociales»?
Sería de desear dejarse de lamentaciones y desechar el victimismo. Es un mal que aqueja a la provincia entera: así nos luce el pelo. Déjense de monsergas, que sólo les va bien a quienes les han votado, pues se creen todo lo que les dicen; pero no, a quienes no les han votado, que son la inmensa mayoría de los ubetenses: unos porque no han votado a nadie, otros porque no han podido votar y otros porque han votado a otros partidos.
Los ciudadanos deben saber, como muy bien conocen los políticos, que sería muy difícil encontrar algún ayuntamiento, desde La Coruña hasta Almería y desde Gerona a Santa Cruz de Tenerife, que no esté endeudado: sobraría con los dedos de una mano para contarlos. Y cuando acabe este mandato de cuatro años, el Ayuntamiento de Úbeda seguirá endeudado. Es inevitable, porque los ayuntamientos cada vez asumen más competencias, pues ofrecen mejores servicios a sus ciudadanos y porque la financiación de los municipios es la gran asignatura pendiente de nuestra democracia.
Lo peor de todo no es endeudarse. Lo verdaderamente malo es endeudarse y encima no hacer nada, como previsiblemente va a ocurrir en este mandato, si alguien no lo remedia. Así es que ya está bien de emplear constantemente como arma arrojadiza el argumento de la deuda, porque al final es un boomerang; y pónganse a trabajar, al menos para conservar lo que han hecho otros, porque pueden llegar a aburrir hasta a las ovejas.

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