Recociendo una neurosis o aflorando una vocación, 1

09-02-08.

Amor, amor, detén tu planta impura.
V. Aleixandre.
Este encuentro le condicionó a Burguillos el resto del verano. Villaluz de Alba fue, sin poderlo evitar, la composición de lugar de todas sus meditaciones. La espontaneidad y agudeza de doña Angélica le escocía como un arañazo fresco. Así, a contrapelo de sus ilusorios propósitos, comprobó descarnadamente el juego diabólico en que estaba quemando su vida. Y en el que podía quemar la de Isadora. Tenía miedo al sacerdocio, porque esa aceptación comportaba un adiós a otras posibilidades. Por ejemplo, a la mano, a los niños, al huerto… de Isadora. Y tenía miedo a Isadora, porque el matrimonio presuponía la renuncia frontal a las excelencias del sacerdocio. Y, a favor del tiempo, sibilinamente, se quedaba con las dos opciones. Si dejaba Comillas, que le quedase Villaluz como salida y refugio. Como modus vivendi1. Y ahí estaba el peligro de la enamorada Isa. Que pudiera perder tiempo y oportunidades, puesto que para él sólo era un comodín en su juego.

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