Ultreia

Un saludo afectuoso a todos los contertulios y socios, corresponsales y corresponsables de esta PÁGINA que gracias a vosotros no está nunca en blanco.
El final de año se presta como todos a una revisión y a un inventario. En el capítulo de pérdidas dos muy importantes. En el haber algunas experiencias y aventuras muy gratas de las que elijo una en concreto… y que me resisto a callar.

Y es que la aventura más entrañable y más anhelada ha sido que por fin, por fin, por fin he hecho a patita, como siempre quise, una parte del camino de Santiago. Porque el camino es un rito del cual se participa siguiendo un protocolo, cuyo cumplimiento produce un efecto especial e inexplicable.
¿Qué de mito, qué de aventura, que de sentimiento más o menos religioso (místico tal vez), qué de magia, qué de cabezonería, qué de empresa personal hay en hacer esa ruta?
El camino participa de todo y lo contiene todo a condición de adjetivarlo convenientemente, subiendo o bajando el diapasón respecto al significado normal que les damos a esas palabras. Y desde luego es inefable en el estricto sentido de la palabra; o sea que hay que hacerlo, lo que debería ser de obligado cumplimiento. De obligado disfrute para ser exactos.
Íbamos un nutrido grupo de gente mayor, de cincuenta para arriba, pero algunos estaban en los setenta y cinco ¡y ya habían hecho el viaje el año anterior! ¿Qué les movía a repetir las fatigas, las dormidas en el suelo, las ampollas…? Sin duda, habita en nosotros un espíritu de sacrificio que funciona en ciertos casos a condición de mentalizarse (como esa gente que pisa las ascuas y no se quema). Encontré una chica italiana de Bolzano, al pie de los Alpes, harta de patearse aquellas bellísimas montañas, que me confesó hacer el camino para buscar la paz. Había volado desde Milán a Oporto y desde allí subía andando sola, pensando en sus cosas. Apenas estuvo en Santiago catorce o quince horas. ¿Qué hay de sugestión en esa vieja ruta que da fuerza a los pies del peregrino y le imbuye una atracción irresistible hacia la meta? Si buscas causas puedes prescindir quizás de la intención religiosa; pero entonces hemos de admitir un atractivo idealista muy cercano a la poesía y que te impulsa a volver.
Como aventura, la peregrinación actual está muy descafeinada y el riesgo es mínimo. La cosa ha sido del dos al diez de septiembre. Habíamos salido de TUY a 114 km. de la meta; y las etapas marcadas, seis, significaban recorridos desde unos quince kilómetros, la más corta, a los veintidós de la última. Cuando el sendero es agradable, se disfruta; pero una carretera, a la una del mediodía, con tres horas de caminata en el cuerpo ya no es lo mismo. Galicia a pie es bonita; y ver los maizales aclararse de buena mañana, cuando la bruma deja que les veamos los perfiles a las cosas, puede ser de un romántico enternecedor. Pasamos por PADRÓN, tierra de Rosalía de Castro; también por IRIA FLAVIA, cuna de Cela.
Mohosos cruceros de piedra, tan célticos ellos; hórreos desvencijados como pequeños partenones, sembrados por doquier; viejas casas de aldea, junto a mansiones recién construidas, forradas de grandes placas de granito rosa (el de PORRIÑO). El camino desfila ante nuestros ojos a cámara lenta, mientras preguntamos a un compañero que qué tal lo lleva hoy. Como en las etapas montañosas del Tour, el pelotón (somos cuarenta y cinco) suele ir muy estirado y también hay quien quiere ganar la etapa sólo por el prurito de señalarse. Otros pasean lentos y contemplativos, sin propósito aparente de llegar.
El miedo es que un esguince te impida la marcha y tengas que colgar las botas. Las ampollas no; son un martirio, pero se soportan a base de tiritas, cremas y… narices.
Cada fin de etapa es la esperanza de un descanso y la constatación de unas instalaciones, en este caso, casi siempre penosas: polideportivos mal cuidados, sobre cuyo suelo extendemos nuestros sacos de dormir. Pero esa molestia es parte del peregrinaje. Casi nadie protesta.
Para la cena, una vez aseaditos, se forman grupillos que indagan la gastronomía local y los bares donde trasegar unas cervezas o unos albariñoscon berberechos. Y comentar la etapa. Porque siempre hay incidencias, y piques, y chistes.
SANTIAGO es la maravilla que es. Lloré en la misa del peregrino cuando el celebrante enumeró los diversos y remotos orígenes de ese gentío que estaba allí, achuchándose, haciendo cola para dar el cabezazo, todavía con sus mochilas a la espalda y una alegría autosatisfecha borrando el cansancio de la cara. Se oía claramente la voz del sacerdote:
«De Burgos viene un grupo de ciclistas que…». «De Canadá viene…». «Desde Valencia, en silla de ruedas…». «Un grupo de peregrinos de Almería viene andando desde Tuy».
A la vuelta, ya en Almería, he comentado con un orgullo bastante infantil mi aventura en tierras galaicas y a la mayoría de mis amigos se les ve la envidia, lo que me gratifica aun más. Se excusan torpemente por aquella ocasión que desperdiciaron y los miro con pena porque ellos no han saboreado unas hermosas lágrimas evaporadas en el incienso del botafumeiro. ¡Me faltó tiempo para enmarcar la compostela y colgarla de la pared junto al bordón y la vieira!
Dicen los que saben de esto que Europa se hizo a lo largo y ancho de ese camino de Santiago. Durante siglos, alemanes, franceses, italianos… nobles y plebeyos, clérigos y seglares, santos y pecadores, han transitado sus viejas piedras, han dormido en alguna de las hospederías; y, venciendo cada día su cansancio, se animaban unos a otros gritándose: «¡ULTREIA!, ¡adelante!».
Y con ese grito amistoso quiero desearos en vuestro camino esas alegrías sencillas y nutritivas que tan buenas son a nuestra edad: un viaje agradable, un afán cumplido, un nieto, nuestras reuniones y nuestras cartas… y que Dios continúe dándonos salud para compartir con los amigos un café… o un vaso de buen vino. Y humor para saber jugar también cuando vienen mal dadas. Un abrazo.
NOTA: Al tramo de camino que yo he hecho se le llama camino portugués y es poco frecuentado. El recorrido más usual, el que pasa por Navarra, País Vasco, Cantabria, Castilla… es llamado camino francés y es el que tiene más literatura y más interés cultural. Hay un librito muy ameno del ya desaparecido Luis Carandell que lo comenta estupendamente y que precisamente se titula Ultreia.

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