El verano es la calina que adormece.
El verano es zambullirse en sofocos de fogón.
Solamente,
frágilmente,
al remanso de una tina,
o en la furia de una ducha,
sin enagua ni otra cosa,
es el agua,
la que dulce y frescamente
acaricia cariñosa con deleite
el vapor, calor y olor de nuestra piel
y lo mitiga.
El verano:
proveedor de luz radiante,
sin estante o almacén para el invierno.
¡Qué infierno!
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Publicado en: 2006-02-28 (46 Lecturas).