¡Vaya viajecito!

TÉCNICA: “LA PIEDRA-TABÚ”
 
Palabra tabú: Cabrón.
 
Palabras relacionadas: león, camión, corazón, avión, melón, camaleón, limón, algodón, cornudo, chivo, cabrito, choto, cabra, cama, deseperación, angustia.

Por los altavoces de la terminal de aquel inhóspito aeropuerto, volvieron a repetir por enésima vez que el vuelo de aquel maldito avión, que tenía que llevarme de vuelta a casa, venía con demora.
Aburrido, me dirigí al restaurante de la terminal. Tomé el menú del día. El pescado estaba asqueroso y no tuve más remedio que echarle jugo de limón para disimular su sabor desagradable.
Tras tomar melón de postre, pedí un café para aguantar, con resignación, la espera.
Mi desesperación subía de tono. ¿Cuando podré coger ese avión? ¡Por fin, escuché la consigna esperada! “¡Pasajeros del vuelo IB-350, diríjanse a la puerta de embarque número 13!”.
¡Me dio un vuelco el corazón!
Como no podía ser de otra manera, el vuelo resultó ser desastroso: turbulencias, tormentas, aguaceros, ¡qué se yo! Mi angustia llegó a límites insospechados.
¡Por fin tomamos tierra!
Era noche cerrada, tenía que llegar pronto a casa. ¡Es que no hay un maldito taxi en este aeropuerto! Al fin se acercó uno con su luz verde encendida.
—¿Qué ocurre? —pregunté al taxista.
—Hay huelga del taxi. ¡Usted ha tenido suerte porque a mí me han tocado los servicios mínimos!
—¡Vaya por Dios! —le respondí.
Por la carretera un camión intentó adelantarnos.
—¡Será cabrón! —exclamó el taxista—. ¿Adónde irá con tanta prisa?
Me fijé en la carga: llevaba chivos y cabritos.
—Este camionero está como una cabra. ¿No le parece? —me dijo el taxista—. Estará hasta el gorro de escuchar balar a tanto cornudo y querrá llegar pronto a sus destino.
El taxi me dejó en la puerta de casa.
—¡Hogar, dulce hogar! —exclamé.
Estaba extenuado. Toqué el timbre y salió a abrir mi hija Luisa.
—¡Hola, papá!
—¿Por qué has tardado tanto? —me preguntó María, mi esposa.
No tenía muchas ganas de hablar. ¡Tenía más hambre que un león!
—Bueno, no te preocupes, ¡Vamos a cenar! He preparado choto al horno —me dijo Luisa con cariño.
Al oír la palabra choto, me vino a la memoria el cargamento de aquel camión que nos adelantó en la autovía.
Antes de cenar, y tras una ducha relajante, me puse el pijama. ¡Qué tranquilidad! ¡Qué cambio! ¡Me he transformado como un camaleón!
La luz se apagó y cubiertos con las sábanas de algodón de nuestra cama dormimos plácidamente. ¡Vaya viajecito!
 

 

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Publicado en: 2004-10-12 (53 Lecturas)

 

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