Era nuestro don Isaac

El pasado día 13 del presente mes, fallecía don Isaac Melgosa Albillos, persona que profesionalmente ha estado vinculada a las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia y donde ha desarrollado una intensa actividad docente a lo largo de su vida. Muchos alumnos de Magisterio recibieron de su sabiduría alguna de las materias para las que tenía no sólo excelente preparación, sino también aguda intuición y sentido práctico de lo que debía transmitir. Era importante hacer asequible a sus alumnos la materia de estudio; que no resultase árida; dirigirlos a lo importante y separarlos de aquello que podría ser accesorio o irrelevante. Esta cualidad la ha destacado el padre Mendoza en su preciosa alusión cuando lo despedíamos en la iglesia. Ese alumnado que ha sido amplio, reconoce en la persona de don Isaac a alguien entregado a la difícil misión de la docencia, en tiempos también difíciles como la posguerra, con horarios amplios y rígidos para los que los formadores y educadores de Safa eran llamados a ser ejemplos vivos de sus alumnos.

Don Isaac Melgosa ha sido, por su preparación personal, por su dedicación en cuerpo y alma a la Institución, por la responsabilidad transmitida, por las materias enseñadas, un ejemplo en el que la Safa depositó por muchos años su confianza. Creo que habría que destacar su versatilidad, que le permitía su acomodación valiosísima tanto a la Educación Física como a la Música, al Francés o al Latín, a la Literatura o a la Lengua. Saben mucho de don Isaac alumnos suyos que luego fueron también buenos maestros: Sebastián López, Joaquín Mora, Rafa Gómez, Pedro Pulido… entre otros. Sus últimos tiempos dedicados a la enseñanza fueron consumidos en la Escuela Primaria, junto a compañeros que él mismo había ayudado a formar.
Recientemente solíamos ver a don Isaac cuidando sus fuerzas, con paseos continuos por el centro de Úbeda, y con breves y repetidas citas de oración, especialmente en la iglesia de San Juan Bautista, hábito que también recordó el padre Mendoza en su sencilla, breve y atinada semblanza, en el funeral.
Por cierto, debemos agradecer a Eusebio Figueroa, párroco de la citada iglesia, el haber llenado el recinto con el “Réquiem” de Gabriel Fauré, que puso un acento solemne en el acto de su despedida; pues si don Isaac era sensible a la música, Dios, que lo sabe todo, ha querido ofrecerle este regalo en el mismo recinto sagrado donde cada mañana abría sus manos a la dirección coral, moviendo la masa a la alabanza. Y demos gracias a Gabriel Fauré, que nos ha permitido entregar esta flor a don Isaac en su partida, adonde él creía que iba y en donde estará por haberlo creído.
Muchos años cantamos en la iglesia, “Señor todo os pertenece; el pan, las espigas, el grano sembrado, la vid, el racimo, el vino sabroso. Señor, todo os pertenece”. El solista entonaba el primer verso y luego al unísono la asamblea lo coreaba con gran decisión, animada por la invitación vehemente al canto de don Isaac. Acto seguido el solista entonaba una o dos estrofas que culminaban en el “Señor, todo os pertenece”. Para no hacerme extenso en el recuerdo de este momento tantas veces vivido, he de poner, en esta mención, en el zurrón de las pertenencias del Buen Pastor, todo lo que ha sido y es ahora —en el descanso de su vida— la persona querida de don Isaac. Porque Señor… todo os pertenece.

Este sentido pragmático junto a la estimulación de capacidades de análisis y síntesis y la elaboración de utilísimos esquemas, fueron herramientas que debidamente sedimentadas en el trabajo diario, en los largos tiempos de estudio, forjaron estudiantes que se proyectaron al propio magisterio o a otras carreras.

 

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Publicado en: 2004-03-15 (177 Lecturas)

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