Querida tita Rosa:
Acabamos de ver cómo has sido enterrada en el cementerio de San Ginés de Úbeda en el mismo lugar donde yacen tus padres, como era tu expreso deseo, repetido muchas veces a tus hijos y nietos, pero especialmente a tu hija Rosa Mª, pues así querías tú partir al Cielo de los Justos en inmejorable compañía. Se ha respetado tu santa voluntad y allí hemos estado tu extensa familia nuclear al completo y algunos sobrinos o amigos escogidos.
Veníamos de asistir a la misa de corpore in sepulto en tu parroquia de San Isidoro, como también era tu deseo, canalizado principalmente por tu querida hija Rosa Mª. Aplaudo desde aquí esa sabia decisión de pasar a despedirse el difunto por su parroquia, pues últimamente toda la parafernalia del entierro se viene realizando, incluida la misa de despedida, en los tanatorios de una forma más impersonal de lo que -para mi gusto y entender- debería ser.