Canciones con historias (1): Libre

Canciones con historias:

En nuestra vida llevamos cosidas a la piel un sinnúmero de canciones que aparecen y desaparecen sin más lógica que la de responder a estímulos cambiantes, muchas veces sin relación directa con ellas. Así recordamos canciones infantiles o temas rockeros de nuestra adolescencia, que sólo tienen en común el formar parte de nuestra memoria. Y muchas veces estas canciones significan una historia propia, porque van asociadas a algunos hechos relevantes de nuestra vivencia personal. Tarareamos sus estribillos y nos congratulamos con el placer que significa este recuerdo. Lo malo es cuando se trata de una canción en un idioma distinto al español, que dada la proverbial habilidad hispana para las lenguas foráneas nos limitamos a mascullar sílabas que más o menos suenan como el original. Pero en uno y otro caso podemos encontrar que, además de la pequeña o gran narrativa personal que significa para nosotros esa determinada melodía, hay canciones que tienen tras de sí su propia y casi siempre desconocida historia. Vamos a intentar desgranar algunos ejemplos de canciones que, además de formar parte de la crónica de la música, tienen una historia escondida tras su letra, su música, sus autores o todos a la vez.

Una víctima: “Libre” – Nino Bravo:

Portada disco single «Libre» de Nino Bravo

Compuesta por José Luis Armenteros y Pablo Herreros (ex – Relámpagos), fue interpretada por vez primera en el programa de TVE ‘Luces en la Noche’ de 1972, siendo editada luego en un disco single e incluida un mes después en el LP ‘Mi tierra’. Fue recogida como gran éxito a los pocos meses, en el programa especial de Navidades de TVE de 1972.

Esta canción está dedicada a la primera víctima asesinada por los VOPO’s (apodo con el que se conocía al cuerpo de policía de la RDA) cuando intentaba saltar el Muro de Berlín –entonces en construcción- en busca de la libertad.

Peter Flechter, un joven obrero de la construcción de 18 años, que un mes antes había obtenido el permiso para mudarse al Berlín Occidental con su hermana y sus sobrinos, y que por días había visto esfumarse esa oportunidad al comenzar la construcción del muro, no pensaba cejar en su empeño. Junto a otro joven amigo, Helmut Kulbeik, preparó la huida. Desde un taller de carpintería cerca del Muro observaron el movimiento de los guardias, sus rutinas y tiempos de patrulla. El plan era sencillo: al estar en un ángulo muerto durante minutos, saltar desde una ventana al conocido como “Corredor de la muerte” y llegar hasta una pared cercana a Checkpoint Charlie, en el distrito de Kreuzberg en Berlín occidental. El sitio adecuado para saltar era una panadería pegada al Muro. Un salto, una carrera de decenas de metros atravesando el pasaje hasta alcanzar la alambrada, sortear el alambre de púas y trepar la cerca para caer del lado occidental.

El 17 de agosto de 1962 fue el día elegido. Lograron saltar sin ser vistos y cruzar la Zona de Nadie, pero mientras escalaban el cerco, el último obstáculo que los separaba del lado Occidental, fueron divisados por los guardias del lado Oriental. Un grito, una orden. No se detuvieron. Una ráfaga de disparos. Helmut logró llegar a lo alto del muro y dejarse caer del otro lado. Estaba ileso. Y en libertad. Peter, por contra, fue alcanzado por una bala en la pelvis. Cayó de espaldas contra la tierra. Quedó tirado en la Zona de Nadie. A su alrededor se fue formando un charco de sangre oscura.

Además de los soldados de ambos lados de la división, muchas otras personas presenciaban el hecho. Los testigos pidieron que atendieran al chico que estaba tirado, desangrándose. La gente se fue acumulando y comenzó un griterío. Pero nadie asistió a Peter.

Los soldados del lado occidental le tiraron un botiquín para que intentara unas curaciones preliminares. Una idea ridícula: el chico estaba demasiado débil y semiinconsciente.

Un VoPo recoge el cadáver de Peter Flechter en la Zona de Nadie del Muro de Berlín en 1962

Los soldados de ambos lados no se animaban a acudir en su ayuda. Unos días antes había habido un incidente con heridos graves y nadie se quería arriesgar.

Durante 50 minutos Peter Flechter agonizó ante la vista de cientos de personas que solo miraron. Cuando dos soldados del lado oriental lo recogieron ya nada se podía hacer. Peter, a los 18 años, había muerto de un balazo, procurando su libertad, tratando de cruzar el muro absurdo.

Lo curioso es que casi 50 años después de escribirla, uno de los autores se desdice de esta versión: Pablo Herreros, entrevistado en el programa “De vuelta” de Radio 5 el 23 de mayo de 2021 matiza: «No se inspiró en esa historia. Fue menos épica, mucho más doméstica, menos importante. Esto fue el producto de una rebeldía, de una generación que había nacido en España justo después de la Guerra y que vivimos la dictadura (…) y una fuerte represión que se extendió hasta el año 75 que fue cuando murió Franco. Sin embargo esta canción es del año 72, él estaba todavía vivo. No teníamos que mirar a Alemania. Lo estábamos viviendo aquí. La falta de libertad era manifiesta”. Lamentablemente, no podemos preguntarle al otro autor, José Luis Armenteros, ni a Nino Bravo, ni al productor. Todos han fallecido.

“Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar
pero tras la frontera está su hogar,
su mundo y su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal:
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.”

 «Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción.
Marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó.
Y tendido en suelo se quedó
sonriendo y sin hablar
sobre su pecho flores carmesí
brotaban sin cesar»

Autor: José Luis Rodríguez Sánchez

Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio de la SAFA de Úbeda (AAMSU)

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