Y sigo pensando y repasando, una y otra vez, las distintas etapas de mi vida y lo mucho que he aprendido, en mi cotidiano vivir, al ser yo una persona sencilla, nacida en el pueblo llano, que fue criada para tratar de ser feliz con las circunstancias que me tocasen en suerte, sin aspirar demasiado a poseer la riqueza material que tanto nos complica la vida a los humanos.
Recuerdo mi juventud y a las chicas de mi edad -en la Úbeda de aquel primer tercio del siglo XX- cuando nos educaban para que fuésemos fieles esposas y buenas madres, aunque ahora esto suene un tanto anticuado y pasado de moda. Pero era así. Desde pequeñas ya íbamos ayudando y aprendiendo las labores de la casa, incluso practicando con la crianza de hermanos y sobrinos, encaminándonos para ser el día de mañana felices esposas que se sintieran dichosas con tener maridos apañados para fundar una familia y procrear unos hijos que bien criar, dentro de la moral cristiana y católica de aquel entonces. Continuar leyendo «Vicisitudes de la vejez, 8»