Mis ángeles de la guarda

¿Qué sería de mi aburrida vida de jubilado sin la compañía constante, trepidante y gratificadora de mis dos nietos sevillanos (Abel y Saúl) que, cual mis mejores ángeles de la guarda -y, en pareja, como la Guardia Civil española- me acompañan y guían diaria y sanamente por estos vericuetos de Dios?

Ambos son los que me dan auténtica vida en la que simplemente, con sus preciosas caritas y presencia, alegran mi cotidiano vivir y la colorean de tiernos y acendrados sentimientos y emociones. Como se suele decir vulgarmente: se me abren las carnes, nada más verlos y besarlos, cada mañana.

El pequeño (Saúl), que hace poco cumplió sus tres primeros meses de vida, nada más mirarme y sonreírme, me insufla una energía vital auténtica,

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