Cartas apócrifas

Perfil

A uno de la CUP (Coordinadora de Unidad Popular)

Por Mariano Valcárcel González.

Fraterno compañero de la CUP:

Me alegraré que al recibo de esta te encuentres en perfecta salud, yo bien gracias a Dios. Bueno, perdona por el gracias a Dios;ya sabes que es un decir de gentes viejunas; nos separan algunos años (en el cómputo total del universo no son nada realmente), mas te sorprenderá que esta aparente diferencia generacional no es obstáculo para encontrar muchas más coincidencias de las que te imaginas.

Sí compañero (y compañera, faltaría más), tú y yo coincidimos en bastantes cosas, que pasaré a enumerarte… Espero que no te canses pronto; que ya sé que estás más acostumbrado a los mensajes cortos de las nuevas tecnologías; pero yo soy de los de leer y escribir en largo, me acuso de ello; ten paciencia, que es sano ejercicio de aprendizaje.

Yo también quiero que cambien muchas cosas; sí, desde luego; que cambien para bien de todos. Por ejemplo, que cambie este sistema capitalista inhumano y depredador que no tiene en cuenta más que los beneficios de unos pocos, en detrimento y destrucción de los más; para ello, es necesario acotar el terreno económico donde se debe actuar y racionalizarlo para que sus beneficios sean compartidos y aprovechados por la completa sociedad, dándole a cada cual lo suyo, según justos merecimientos y capacidades. O también quiero que el que más tenga sea el que más pague; que la contribución a lo común sea distributiva y fiscalizada con eficacia, de una eficacia total. Y que se inviertan esos impuestos en servicios al ciudadano.

Para ello hacen falta leyes, sea modificando las actuales, mejorándolas, o haciéndolas nuevas. Con legitimidad democrática, para que tú puedas iniciar esos cambios, perdurables. Necesitas, pues, convencer. Con las leyes en la mano todo es posible. Pero, claro; me dirás que son necesarias, para ello, otras transformaciones: las de las estructuras legislativa, ejecutiva y judicial; que, si no, entonces no se puede hacer nada. Cierto es; pues, con el mejoramiento de estas estructuras, los demás cambios se darán por realizados; en la actualidad, pudieran suponer ciertos frenos a cualquier intento de reforma; más a mi favor, para considerar la necesidad de cambiarlos. Mas no todo es desechable; que bien reciclado puede servir… Y aquí te recuerdo, compañero, que es más fácil renovar las instituciones desde dentro que tratar de derribarlas por la fuerza; pues, a tu pesar, instituciones han de existir siempre, llámeseles como se les llame.

Con los cambios, tendremos esa energía inicial que arrastra a todo lo demás. Deberían notarse en las relaciones sociales, laborales, culturales y hasta personales. ¿Por qué no? El movimiento tranquilo, pero constante, del hielo ideal se convierte en potente y real y duro glacial con el tiempo.

Destruir todo, porque uno se imagina que lo que ha de crecer será mejor y más vigoroso, tiene dos pegas insoslayables: la primera es la evidente ingenuidad de creer que la cosecha nueva habrá de ser obligatoriamente mejor que la destruida (y hay evidencias históricas que no lo demuestran, por desgracia); la segunda es que entre la destrucción y la germinación de la nueva cosecha ha de pasar tiempo, un tiempo largo en el que nada es seguro, nada cierto, nada real, sino que no queda nada a lo que acogerse, donde cobijarse, donde estar seguro. Hombre, a mí me escama esa coletilla de “Unidad” de tu nombre, que encierra un ansia de monopolio y totalitarismo muy discordantes con tu fondo libertario y anarquista.

Compañero, comparto tantas ilusiones contigo, que nada más por serlas las deseo; mas entiendo que el deseo es, a veces, solo cortina que nos oculta la razón y, en principio, esta es fundamental (más que la razón, el raciocinio); pero…, ¿no creyeron los revolucionarios franceses en la Diosa Razón y, en nombre de la misma, obraron sin razones?, ¿no entendió el gran Goya que los sueños de la razón producen monstruos?

Seamos, pues, racionales de verdad y obremos como tales. Ahora, si es que me vas a decir que esto ya está prescrito, que es cosa burguesa y del pasado, que nada tiene que ver con tu lucha, ¿qué me ofreces, pues?, ¿la sinrazón pura?, ¿la fuerza del instinto y la del más fuerte sobre el débil?, ¿la llegada del Superhombre…? ¡Esto ya está inventado; es cosa vieja y apolillada!, ¡ya lo intentaron gentes uniformadas y regímenes abyectos; lo aplicaron a porfía!, ¿y qué consiguieron…? Además, que si todo es del pasado, ¿qué haces del brazo de la burguesía nacionalista?, ¿crees que la podrás utilizar impunemente o, en realidad, no será al revés?

Fraterno compañero, perdona la extensión de esta carta, que temo canse tu atención, pues no estarás acostumbrado; pero confío en que, si has llegado hasta acá, al final puedas meditarla. Una cosa te ruego: mira a tu alrededor y observa; observa al verdadero pueblo, a las gentes sencillas y observa o entiende cómo viven y qué quieren y no te erijas en su único oráculo ni en su exclusivo intérprete; solo procura y trabaja para que puedan alcanzar lo que desean, no lo que tú quisieras (y pretendes imponer) que deseasen.

Sin más por esta, se despide de ti, Mariano Valcárcel González.

Salud.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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