Por Manuel Jurado López.
III
Hay días en los que es mejor quedarse en casa
I
Soy un hombre con huecos, con ausencias,
con barba de seis días, despeinado,
ante un montón de libros
indefensos que hace ya muchos meses
que tenía que haber puesto en su sitio.
En el desorden mismo, llevo un orden
que se rige por un absurdo asunto
matemático.
II
Se complica la noche
con esa frialdad de espejo
negro hecho pedazos
-gotas de veneno-. La noche
es la costumbre de vivir
en el insomnio, sobre un puente
colgante, con tablones podridos.
Un agua negra fluye bajo
los pies, con ímpetu,
y hay voces que llaman desde el fondo.
III
Con esa luz vainilla, comestible,
que el otoño le presta a los cristales,
ha tejido una túnica la tarde,
una túnica flan y caramelo,
para cubrir al niño inapetente
que permanece vivo en mi mirada.
IV
Yo siempre quise ser malabarista.
Heredé de mi padre
la virtud de lo ingrávido.
Mi madre era severa:
y tuve que dejar caer al suelo
las bolas de colores…
Escucho todavía aquel sonido,
como una lluvia blanda.