Haz lo que yo te diga

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Por Mariano Valcárcel González.

Que uno es uno y, cuando piensa, decide o hace lo que hace es porque debe hacerlo así, pues es lo que está bien y es correcto y es lo que se debe, en suma. O porque yo lo valgo.

Que todo lo anterior resulta una abierta contradicción con lo que, de mí, hacia afuera manifiesto es pura apariencia o interesada manipulación, que no ha de haber tal, porque lo mío es muy particular y no comparable ni compartible; y lo otro es lo que debiera ser lo del común y admitido por y para los demás y aplicado, pues, a rajatabla.

Y que me digo esto porque, en verdad, quienes se dedican a propagar datos y noticias, que afectan a lo particular frente a lo meramente público, no son más que muñidores del desprestigio y de la propaganda tendenciosa y maldiciente.

Así que hay que echar un tupido velo, un sarcófago de cemento ‑tipo Chernóbil‑ sobre todo lo que emerja de la vida particular y privada de cada uno y fijarse solo en las ideas, consignas, directrices, órdenes y leyes que los sujetos públicos emiten para el bien de la república.

Si fuese todo lo anterior y esto último así, porque los asuntos públicos no afectan a nuestra vida privada, pues que hasta lo entenderíamos e incluso respetaríamos; mas, muy al contrario, todo lo que se decide como cosa pública es de aplicación y obligación a la vida privada.

Por tanto y siguiendo la sabiduría política del emperador, la mujer del César no solo ha de ser virtuosa, sino también parecerlo. Esta conducta, aplicable necesariamente al gobernante y también a quien pretende serlo, se ha decidido olvidar o abandonar, perdida en algún devenir del tiempo pasado; que, en el presente, o no se encuentra o ello es dificilísimo.

Nos predican cumplimientos honestos, cuando ellos son los primeros que los incumplen y conculcan a sabiendas y con el mayor descaro. Es sintomático que, en todo lo tocante a la administración del dinero público (o privatizado), quienes deben emplearse a ello con escrupulosidad exquisita se dediquen a la rapiña o a la desviación hacia intereses particulares, familiares o de amistad de esos recursos. Quedarse con todo lo que se pueda.

Estamos viéndolo continuamente y ya es prolijo y cansado el repetir nombres, procedimientos judiciales, investigaciones que, incuestionablemente ‑casi siempre‑, recaen en quienes han tenido o tienen mucho poder y mando.

En cuestiones morales y éticas, también han existido quienes han predicado sin dar ni un grano de trigo; o peor, llevándose incluso el que tuviesen los amonestados. ¡Tanto fariseo e hipócrita anda suelto que de este género hay para alfombrar las carreteras!, que ya deberíamos estar más que alerta y avisados; pero, aún así, logran medrar y vivir (más bien que mal). No lo duden; de todo hay en todo lugar y de variados colores, que no hay posibilidad de distingos, por mucho que se empeñen en hacer distinciones quienes a sí mismos se tildan de inmaculados. Que esa es la cortina de humo útil para la engañifa y el camuflaje en prédica de virtudes que los demás han de aplicar (en obligado cumplimiento de obediente ciudadanía).

Así que no se me vengan con milongas, ni Monedero con sus regularizaciones fiscales, ni Errejón con sus estudios para la universidad, ni Echenique con su ayudante sin dar de alta, ni ahora Espinar con sus negocios inmobiliarios.

Si me centro en lo de Echenique y las profusas explicaciones dadas por el afectado, encuentro que, a mi parecer, esos argumentos no se sostienen en su fundamento. Que es notoria la minusvalía de este político; cierto, como tan cierto es su derecho a ejercer la política y el hecho de que necesita de constante atención o ayuda. Cierto. Si esa ayuda se la presta la madre, esposa o persona que actúa como auxiliar (y cobra por ello) es indiferente para el señor Echenique o cualquiera que, por desgracia, se encuentre en esas circunstancias. Si cobra o no ayudas oficiales para la dependencia, eso mismo sucede a otros (a quienes le lleguen, claro). Ahora bien, desde que se dedica a la política activa, escaños parlamentarios incluidos, este señor cobra un sueldo bastante reconocido, con el que puede, y debe, responder con sus obligaciones frente a terceros (donde se incluiría al ayudante necesario e imprescindible); el aducir que parte de ese sueldo pasa al partido es una justificación absurda, dado que no creo que los demás de ese partido estén en su misma situación, ni tampoco que la formación no pueda prescindir de las aportaciones económicas de Echenique (tan necesarias para él mismo, como se puede entender).

Lo de Ramón Espinar es otra de las hipocresías manifiestas. Se aprovechó de sus contactos e informes más o menos confidenciales para acceder a una vivienda, sabiendo ya que no la habitaría; que luego sí que pudo venderla y no con pérdidas precisamente (que sí le ha venido sucediendo a la mayoría de quienes han tenido que vender las suyas en estos años). Total, que el sujeto tenía olfato para los negocios; no, no fue tonto. Pero, ¡claro!, lo que estas personas hacen es peccata minuta en comparación con… Lo de siempre, justificamos hipócritamente lo de los nuestros e inmediatamente lo calificamos como ataque del “enemigo” que quiere desprestigiarnos y destruirnos. Mas, ¿no sería mejor el no tener nunca motivos para ofrecer al enemigo? ¡Ah, es que no lo entendemos; que es forma de demostrar la corrupción del sistema que quieren derribar!

No tengo nada en contra de ellos, como tales en su individualidad; pero sí que lo tengo cuando de su mera actitud ciudadana o declaraciones públicas se derivan flagrantes contradicciones entre sus actos y sus prédicas. Tampoco debería tener nada en contra de quienes abarrotan la tribuna de los chanchullos y las corrupciones, tal como personas; pero es que ya me son tan odiosos por cínicos y sinvergüenzas que ni me queda un ápice de empatía o de argumentos para justificarlos.

En fin, amigos; que si yo no quería caldo, ahí me dieron dos tazas llenas.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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