Por José María Berzosa Sánchez.
1.2. Efectos basados en el sonido.
12.1. Aliteración.
Repetición insistente de un sonido consonántico para redundar en el significado del texto. En el ejemplo se refuerzan las connotaciones de ‘silencio’, ‘suavidad’, ‘descanso’, ‘paz’ por medio del sonido s, que refleja de alguna manera los significados de la onomatopeya /ssssss/.
A).
«Movióla el sitio umbroso, el manso viento,
el suave olor de aquel florido suelo.
Las aves en el fresco apartamiento
vio descansar del trabajoso vuelo.
Secaba entonces el terreno aliento
el sol subido a la mitad del cielo.
En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba».
Poesía castellana completa: ‘Égloga tercera’. Garcilaso de la Vega, Madrid, Cátedra, 1976.
En este otro ejemplo, se insiste en el sopor del sueño con la repetición del sonido /rr/:
B).
«Hasta los catalanes, tan inventivos, como vengan mucho a Madrid, acabarán contagiándose de la soñarra de la siestorra del agostorro, que aquí dura todo el año».
La derechona. Francisco Umbral, Barcelona, Planeta, 1997.
A veces, el autor se limita a reproducir ruidos:
C).
«Y sin embargo están, están, están, están llamándonos a comer, gong, gong, gong, gong, en este barco de este mar, y hay que vestirse en este mar, en esta eternidad de Adán y Eva, Adán de smoking, Eva… Eva se desnuda para comer como para bañarse; es la mujer y la obra y la muerte, es la mujer desnuda, eterna metamórfosis».
Antología poética 2: ‘Arias tristes’. ‘Espacio’. ‘Ninfeas’. ‘Romances de Coral Gables’. Juan Ramón Jiménez, edición de Javier Blasco, Madrid, Cátedra, 1995.
D).
«—No. Leí el libro y vi la película. Fredric March y Claude Rains. Y Olivia de Havilland cuando era chulísima y todavía no la aventaban al pozo de las víboras. Ugh. Del pez mudo en sus profundidades.
—¡Cáspita!
—¡Gulp! ¿No me crees? ¿Dudas de mi veracidad? Pues ahí te va todo lo que pasó ese año».
Cambio de piel. Carlos Fuentes, Madrid, Alfaguara, 1994.
12.2 Eco.
Es la repetición de sonidos o de palabras dentro de una frase, que sirven como elemento reiterativo del concepto, o como una amplificación atenuada del mismo.
A).
«Sangre remota.
Remoto cuerpo,
dentro de todo,
dentro, muy dentro
de mis pasiones,
de mis deseos».
Cancionero y romancero de ausencias. Miguel hernández, edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, Madrid, Cátedra, 1993.
12.3. Onomatopeya.
Palabra que imita el sonido del concepto que representa.
A).
«Eran los fascistas biológicos, los excombatientes coriáceos, los taxistas de patillas largas y canosas, camisas remangadas y brazos nervudos con tatuajes legionarios que mordían el filtro de un ducados o de uno de esos puros que vendían entonces provistos ya de una boquilla de plástico blanco. La p de España restallaba en los vivas de rigor con la contundencia de un disparo».
Ardor guerrero. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1995, octava edición.
B).
«Seguían ellos cerrándole a cada movimiento, de modo que a la docena de fintas y estocadas ya habían descrito un círculo completo a su alrededor. Dos cuchilladas de través resbalaron sobre el coleto de piel de búfalo. El clin clang de las toledanas resonaba a lo largo y ancho de la plazuela, y no dudo que, de ser lugar más habitado, entre ellas y mis pistoletazos habrían llenado las ventanas de gente».
El capitán Alatriste. Arturo y Carlota Pérez—Reverte, Madrid, Alfaguara, 1996.
C).
«La llamada a la oración ha dejado paso a un roznido estirado y vital, a más agua, quiquiriquíes, trinos. Ruidos incomprensibles amasan, unos con otros, una sonoridad confusa. El limón del horizonte se convierte en un verdor muy tierno con breves y difusas pinceladas de malva.
[…]
Han roto a zurear las palomas, y oigo, sin verlas, los arrullos de las tórtolas».
El manuscrito carmesí. Antonio Gala, Barcelona, Planeta, 1995.
12.4. Paronomasia.
Empleo de palabras con sonidos altamente coincidentes, para conseguir un efecto bien antitético, bien sintético.
A).
«El verso sutil que pasa o se posa
sobre la mujer o sobre la rosa,
beso puede ser, o ser mariposa».
Cantos de vida y esperanza. Rubén Darío, Madrid, Espasa Calpe, 1976, décima tercera edición.
B).
«Luego sintió la probre dueña que la asían de la garganta con dos manos, tan fuertemente, que no la dejaban gañir, y que otra persona, con mucha presteza, sin hablar palabra, le alzaba las faldas, y con una, al parecer, chinela, le comenzó a dar tantos azotes, que era una compasión; y aunque don Quijote se la tenía, no se meneaba del lecho, y no sabía qué podía ser aquello, y estábase quedo y callando, y aun temiendo no viniese por él la tanda y tunda azotesca».
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.
C).
«Hace unos meses me dio por pasear a menudo a través del infinito y diligente hormiguero que es la medina, donde todas las profesiones hallan incómodo acomodo«.
El manuscrito carmesí. Antonio Gala, Barcelona, Planeta, 1995.
12.5. Similicadencia.
Figura que consiste en emplear nombres en la misma función, verbos en igual modo o tiempo y persona, o palabras de sonido semejante.
A).
«Ésta sí será lectura digna del buen entendimiento de vuestra merced señor don Quijote mío, de la cual saldrá erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía, y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, do, según he sabido, trae vuestra merced su principio y origen».
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.
B).
«—Y ¡cómo si lo soy! —respondió el ya desnarigado escudero—. Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os diré los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aquí venido; y, en tanto, pedid y suplicad al señor vuestro amo que no toque, maltrate, hiera ni mate al caballero de los Espejos, que a sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado del bachiller Sansón Carrasco, nuestro compatrioto».
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.
C).
«Estaba inmóvil y todo él se movía: se le mordisqueaban los labios, le vibraban las aletas de la nariz, le parpadeaban los bigotes, le tabaleaban unos dedos sobre otros, y se le meneaban los ojos de acá para allá».
El manuscrito carmesí. Antonio Gala, Barcelona, Planeta, 1995.