Charlas manducatorias

24-03-2009.
¡Cómo me agrada leer las “memorias” que el amigo Dionisio aporta de vez en cuando! Se ve que tiene mucha memoria y desempolvar tanto de dentro le dará bastantes artículos. Lo mejor es el trasfondo y el aliño con que las cocina; cocina tradicional de quien sabe manejar los ingredientes (uno de ellos la ironía).
 

Eso de la “cena lírica” me ha llegado al alma. Y lo emplazo al Parador, como dice, pero no para comer lentejas desde luego (si está mi segunda hija haciendo sus prácticas, mejor). Ahora, lo que supera con creces la expectativa son esas conversaciones en la lengua gabacha. Magníficas.
Y se me viene algo que me ronda estos días la mente, por cuestiones laborales, ¡cómo no!, y hago comparaciones entre lo descrito por Dionisio y lo que ahora tenemos y se pretende tengamos en un ya inmediato futuro.
Se está en la nueva onda educativa y en los diseños de nuestros programas (perdón, ¿serán currículos, o ya tampoco?) andaluces y me temo que de las demás taifas ibéricas en lo denominado “Centros Bilingües”. Cosa fina la denominación de tal cosa, que serían centros de lengua bífida, de saurios u ofidios, animales odiosos y repelentes.
Pues que siendo “bífidos”, como los yogures, nos acercaríamos necesariamente a la cada vez más lejana convergencia con la media educativo/instrumental de los europeos suelos.
Se trata de impartir clases en dos idiomas, el materno (para los andaluces su tipo de dialecto comarcal) y un foráneo, a poder ser la inglesa lengua, aunque se están admitiendo en otras cual la francesa dionisíaca. La lógica me dicta que debería ser en exclusiva la de la Pérfida Albión, al tratarse de lengua franca, mas… Bien, se darían pues esas clases en dos idiomas con la consiguiente mezcolanza y confusión del alumnado y de los profesores implicados, prestos de inmediato a traducir o deshacer los yerros del colega adjunto. Y los contenidos deberían restringirse al máximo, dada la dificultad inherente no sólo por utilizar idioma extranjero sino por la especialización del vocabulario a usar (matemático, tecnológico, literario…).
Ahí, ahí, Dionisio, brillaríais vosotros, prestos a realizar la inmersión lingüística requerida, máxime cuando se trataba entonces de las necesidades básicas, comer, ¡qué verbo…! Mas ahora, en tiempos de esta juventud ahíta, rebasada de todo, sin otras metas imposibles de alcanzar ni tan básicas como tener el estómago lleno, la necesidad no apremia y por tanto la inteligencia no se estimula. ¿Qué inmersión de idioma se logrará? ¿Si será utilizando medios que ya para ellas y ellos son como mínimo despreciables? ¿Darles las matemáticas o las sociales (no hablemos de eso de la Ciudadanía, gran triunfo de Camps) en inglés? ¿Y qué? Pasarán del rollo como de otra imposición más y los objetivos pretendidos no se lograrán. Pero nos andaremos algunos lustros hasta que se decidan a enmendar la plana.
¡Cuidado! Les ruego que no se me lancen de inmediato a la yugular, que entiendo y comparto la necesidad de la segunda lengua, de la lengua franca internacional que facilite las relaciones, los conocimientos y saberes. Sí, necesaria es y una carencia también es para nosotros. Pero el método de lograrlo no me parece el correcto. Es necesaria la inmersión lingüística desde edad temprana, cuanto más tarde peor, cierto. Por ello, desde Educación Infantil hasta la Primaria ha de darse esa fase idiomática al menos en una sesión al día. Pero aparte de la introducción de otros conocimientos muy básicos y que formarán siempre el pilar del entramado instructivo. Luego, en Secundaria, se puede entrar en el perfeccionamiento tanto usual como gramatical de la segunda lengua.
Habremos también de reconocer que no contamos con demasiados especialistas en tales idiomas; y los que hay, a veces mejor olvidarlos. ¡Si mi hija, que termina cuarto de filología inglesa, tiene un profesor universitario que le pone los ejemplos de sinonimia en español, porque no domina el vocabulario específico inglés…! Hay que empezar a construir por ahí, como en toda la enseñanza, por la capacitación del profesorado. Luego se podrán hacer virguerías, si se quiere.
¿Verdad, amigo Dionisio, que ustedes contaban con un profesorado capacitado?, ¿y con unos estímulos estomacales más que eficaces para desarrollar sus charlas manducatorias en la lengua de Voltaire?
Pues, eso.
 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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