Érase que se era…

Érase que se era un mar que había que navegar.
No se podía evitar, ignorar…, había sin más remedio que atravesarlo. Y, desde los tiempos de Maricastaña, desde el más grande al más pequeño supieron que eso era así.
Solo los más sabios o los más tontos eran capaces de tratar de enfrentarse a lo inevitable. Los sabios a lo más que llegaban era a hacerse cuestión del porqué de aquella imposición, o de cómo tratar de superarla. Los tontos daban por ignorado el problema y ante tal ignorancia, tal carencia de esfuerzo en solucionarlo.
 

Los unos y los otros a veces convergían en las conclusiones y entonces se llegaba a la inacción, incluso al cese de esa navegación por cierto tiempo. Mas el mar insalvable estaba allí y pronto se notaba la necesidad de marearlo.
Con los tiempos se variaban los medios utilizados para esta travesía, mejorábanse las técnicas que algunos confundían con el cambio también de las rutas. Muchas veces quedó demostrado que el cambio de ruta preconizado o impuesto perjudicaba o anulaba los beneficios del uso de las nuevas técnicas.
Y se seguía atravesando aquel mar radicalmente presente e inevitable, con calmas, con tormentas. Muchos llegaron a puerto, otros naufragaron.
Los cuentos de Maricastaña se convirtieron en los cuentos de Calleja. Y también siguió existiendo ese mar proceloso que se debía navegar, sin remedio.
Mas ahora tenían muchos marineros para aquel barco. Era cuestión de que supiesen manejarlo. Lo hacían, lo hacían…, solo que las corrientes de aquel mar con el tiempo pasado habían cambiado y los fondos también. Y el puerto de arribada ya no servía.
En vez de pararse a estudiar e investigar bien esas corrientes y esos fondos desde el Almirantazgo, pretendieron atacar el problema mandando diseñar un nuevo barco (capaz para tanto marinero como ya había y, sobre todo, para tanta carga que se pretendía llevar).
Los técnicos en el cálculo y el diseño del nuevo navío lo quisieron poner a flote de inmediato, acuciados por el Almirantazgo, sin atender a las advertencias que la experimentada marinería les hacía. Decían ellos que era un bonito diseño, “moderno”; pero en realidad estaba mal calculado.
En principio no aguantaba la pesada carga y los cuantiosos marineros encontraban que se estorbaban unos a otros, que aparecieron entre esa tripulación más contramaestres y oficialidad que serviolas, gavieros y grumetes… y que el Almirantazgo estaba compuesto más por cargos “de honor” que de “servicio” y…
La nave se iba, derivaba, no aguantaba las travesías, perdía carga; la ruta era cambiada una y otra vez y cualquiera que tuviese cierta influencia se creía con todo el derecho a decir o exigir algo al respecto. Llegaron a estar dando vueltas concéntricas… ¡Si hasta los de las pateras manejaban mejor y con mejores resultados sus pobres medios de navegación!
Alguien se escandalizó ante el caso. Decidió que había que llevar el buque a reparar, porque se determinó que el problema estaba en la nave, tan moderna, no en la elección de las rutas o en la mejora del puerto de atraque. Pero los magníficos diseñadores de tal portento no es que se pusiesen a la labor de enmienda. Ellos, no; es que, dijeron, los marineros no habían sabido navegarla. Y le encargaron, a dicha tropa indisciplinada y poco entendida (ya se sabe cómo son estas gentes), que se pusiesen manos a la obra, reparasen los desperfectos y procurasen que, en lo sucesivo, las travesías tuviesen todas las garantías necesarias. Les revisarían muy cuidadosamente los trabajos que ellos, los que debían hacerlos por haberse equivocado, no harían, pero supervisarían.
El Almirantazgo, en sus poltronas, se sentía a bien consigo mismo, cumplida su misión de garantizar futuras singladuras. Brindaron con manzanilla de Sanlúcar por la consecución pronta de sus objetivos.
Y, colorín colorado, este cuento no se ha acabado. Y todo parecido con la situación actual de la Enseñanza es mera elucubración de mentes calenturientas y difusas.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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