22-03-07.
EL HOMBRE NO DESCIFRABA AÚN LA ESCRITURA de las estrellas, los
movimientos de las órbitas y los equinocios. Creía
que el firmamento era una vieja calle sin cafetines,
una ciudad sin tranvías ni bancos ni tiendas de modas
para damas de la burguesía; sin mendigos ni muchachas
con suéteres ajustados y de brillantes colores.
movimientos de las órbitas y los equinocios. Creía
que el firmamento era una vieja calle sin cafetines,
una ciudad sin tranvías ni bancos ni tiendas de modas
para damas de la burguesía; sin mendigos ni muchachas
con suéteres ajustados y de brillantes colores.
El firmamento era para el hombre un bulevard moteado
de pimienta y nuez moscada. Si acaso, veía
en él los movimientos ágiles de un ballet ruso con frágiles
bailarinas vestidas de blanca organza y anillos de música
en los brazos. Atónito, permanecía contemplando los fantasmas
imperiales cruzar de un lado a otro de la noche, las islas
negras colgadas del trópico igual que faroles venecianos
invadidos de luciérnagas, islas sonoras de silencio negro,
con abejas de plata como chispas que huyen de una hoguera.