Réplica a Dionisio

31-05-06.

Estimado compañero: He leído tu artículo titulado en latín macarrónico Tamargus frater et Navarrete pater y quisiera hacerte algún comentario.
Casualmente estuve aquel día en la plaza donde está la Catedral de Cádiz, con aquel grupo de antiguos alumnos y, efectivamente, escuché a Mariano Valcárcel decir aquella expresión al ver al padre Tamargo SJ, que por cierto había sido invitado al encuentro: «¡El Tamargo! ¡Parece el obispo!».

Hasta aquí la anécdota. Yo a ti no te vi. Creo que no estabas allí.

He dicho que hasta aquí la anécdota y como tú dices en tu artículo: «Volvamos a la historia». Y es aquí donde me vas a permitir que, al igual que has hecho tú, yo también haga un guiño a nuestra historia de antiguos alumnos de la Safa.

 

 

Hay un problema, que puede convertirse en nuestra propia trampa, cuando uno pretende analizar la historia desde el presente, sin tener en cuenta las circunstancias de nuestro propio pasado. Y eso puede llevarnos a cometer errores, quizás sin mala intención.
Al igual que tú, yo viví ese tiempo (quizás pocos años después); pero conocí en su salsa y en su quehacer diario a los personajes de tu artículo (padre Navarrete SJ y hermano Juan Tamargo).
Y te digo que puede resultar “atrevido”, y en consecuencia peligroso, analizar las circunstancias históricas a “toro pasado”. Bien es verdad que aquellos tiempos fueron “crudos”, por no usar otro apelativo. Pero… ¡has de reconocer que tanto tú como yo fuimos unos privilegiados!, al encontrarnos con un proyecto educativo y de formación académica y personal para nuestro futuro que nadie, en su sano juicio, podía imaginar; y ¡nos tocó estar allí! Fuimos pues, protagonistas de una historia. Ellos, el P. Navarrete SJ, al que yo veía siempre como subido en un pedestal (me recuerda mucho su imagen los dibujos gráficos de Peridis) y al hermano Tamargo, bregando por aquellos dormitorios y pasillos, y en muchos momentos, como tú dices, «¡subido en la cima del mundo!» al ser nombrado inspector. Dices, con cierto sarcasmo, que …«Se le caía la baba los domingos por la tarde…».
Bien, pero ¿de dónde sale esa acritud, ese poner en evidencia la ignorancia, el contraste del alto y el bajito, de concurso para poner en tela de juicio el conocimiento o el desconocimiento de las personas? ¿No crees que has caído en un error al analizar la historia desde tu posición actual, obviando que deberías haber hecho el análisis desde las circunstancias de aquellos tiempos?
De aquí puedes deducir la indignación que me ha producido el leer tu artículo. Porque, siendo coherentes y analizando la evolución de cada uno con retrospectiva y con prospectiva, has de estar de acuerdo conmigo en que tú estás donde estás con tu cultura, con tu esfuerzo y con el de los que te acompañaron y te ayudaron (incluido el «nisciente hermano Tamargo»); y yo estoy donde estoy con mi esfuerzo y con mi cultura, con la ayuda también, ¿por qué no?, del que estaba en aquel pedestal (P. Navarrete).
Yo he tenido la suerte de seguir en contacto con el hermano Tamargo (hoy padre Tamargo y sin ninguna intención de llegar a ser obispo); y también he seguido el devenir de la historia del padre Navarrete SJ.
Y ambos se han esforzado en vivir su día a día y su labor pastoral en el mundo que les ha tocado vivir.
Y los dos, uno, el que estaba subido en su pedestal, bajando al mundo de los que necesitan apoyo y ayuda (matrimonios con dificultades de convivencia, separados, etc.); y el otro, el P. Tamargo, superando su “supuesta necedad”. Y te puedo asegurar que con su honradez, con su esfuerzo, con sus sermones, sus pláticas… no sólo no causa estragos a las conciencias de los demás, sino que busca el hacernos felices. ¡Que no es poco!
Y, si bien al final de tu artículo, pretendes salir airoso, disfrazándolo como una broma y pidiendo perdón, ¡creo que te has pasado un pelín! Porque no has sabido mirar con sinceridad dentro de nuestra propia historia.
Soy más joven que tú, pero nunca aprovecharé un portal que te da la oportunidad para expresar tus ideas y tus vivencias, para zaherir de semejante manera a alguno de tus prójimos.
Espero que me entiendas. Un saludo cordial.
Francisco González Biedma.
El Puerto de Santa María.
 

 

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