A Vica le va la marcha

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

José Villar Casanova, “Pepe Vica”, columnista de Diario Jaén, escritor y caricaturista, publica diariamente su artículo que titula “La brisa de la Alameda”. Pertenece al equipo de colaboradores, en artículos de opinión, del rotativo provincial, y sus publicaciones gozan de gran acogida en los asiduos lectores. Probablemente, tras la muerte de Ramón Quesada, sea el más veterano del grupo.

Ramón Quesada pondera en este artículo el hecho de que el compositor Manuel Vílchez le dedicara a Vica una marcha militar, como reconocimiento a la labor que venía y viene desarrollando, pues aún está en activo. Nuestro articulista no desaprovecha la ocasión para extenderse en otras consideraciones y poner su destacada nota de humor.

Hay cosas en esta vida de nuestras lágrimas que están bien hechas. A mi buen amigo Pepe Vica le han dedicado una marcha militar que, por lo oído, ha salido redonda como un obús de artillería y con más garbo que nuestra catedral. De haber sido un pasodoble, que es lo que le cuadra por su donaire jaenero de calle Salsipuedes, de taberna de rincón y de frases y modismos de diccionario “vencesladadista”, y de andaluz castizo de chiste “verde” importado de Lepe, mi amigo, caricaturista, escritor y redicho, hubiera tenido que tocarse de sombrero cordobés y clavel reventón en la solapa; porque, la verdad sea dicha con honrada intención, no me lo imagino con casco de artillero y guerrera caqui, cuando su tipo, como el mío, tiene más visos de torero a caballo que los Atienza o los Montiel.

Nuestra curva de la felicidad, felicísima y pinturera, criada con paciencia de años y mimos de abuela “asín” de cariñosa, no está para ninguno de estos trotes; pero, aunque no me ha dado su opinión, me parece que nos quedamos con el sombrero de picador con borlón y todo y no un casco hasta las orejas, mosquetón (este era la simple arma de nuestros tiempos) en ristre y paso marcial.

Tengo vivísimas ganas de escuchar esa magnífica composición que le acaba de hacer su amigo Manuel Vílchez, mas temo por otro lado que, oyéndola, me ponga blandengue y me dé por evocar aquellos tiempos de la mili en la tierra de los califas, en la que yo, como cualquier hijo de vecino, tampoco hice guardias y me cuadré como un ciprés en posición de firme y todo. Y tendré que hacerlo, porque como es vox pópuli (no sé qué pinta aquí el latín) de que se trata de una marcha militar “impregnada de contrapuntos” marciales y, aparte de que mi amigo Vica se merece tres minutos de ese estado de firme, lo haré encantado y dispuesto a reincidir mil veces, si mil veces oigo la composición castrense “Vica”.

Si las orejas y el flequillo personifican a Clark Gable, la nariz y el estoque a Manolete, a Hitler un bigotillo muy particular y a Charlot el bastón y el bombín, a Vica le da postín de caballero y hacienda un rollizo cigarro habano y una sonrisa entre sonajero de niño y almirez de matrona de cocina. Pero Vica, que se ríe hasta de su sombra y de la del vecino, cuando le lleva a sus viñetas exhalando humo y asomando una sonrisa, está definido, “calado” entre sus amigos como ídem de lujo y noble leal varón, que es como le alumbró su madre.

Como esto de la marcha militar a mí me ha caído de sopetón y me hace mucha gracia precisamente por eso, que es ni más ni menos lo ocurrido al protagonista, lo cierto es que escribo estas líneas pleno de inspiración chirigotera y un regusto especial, pues pienso con toda la seriedad del mundo que es lo que le viene de perlas al gracejo particularísimo de mi amigo Vica; porque, para ponerme a escribir de tristezas y pesares, siempre he de tener tiempo y temas mal que me pese.

Estoy con Vica cuando dice: «Ahora comprendo la desbordante satisfacción de mis amigos Pepe Zamora y Juan de Dios Colmenero, cuando escucharon por vez primera las notas airosas de sus pasodobles». Sé, por experiencia, lo que entra en el cuerpo en esos momentos. Hace ya más de una decena de años, en 1978, en el campo de fútbol San Miguel de mi pueblo, se estrenaba el himno del Úbeda CF, del que yo soy el “culpable” de la letra. En 1981, el mismo compositor, mi afectuoso amigo Manolo Herrera Moya, director de la Agrupación Musical Ubetense, ponía música a mi canción “Caminito, caminito” y la interpretaba al piano, para mí como atención especialísima, antes de que esta pasara a engrosar el cancionero de Úbeda, que consta ya de diez canciones de distintos letristas y músicos. Así que mire usted por dónde, hasta en esto nos parecemos mi amigo, el autor de “La brisa de la Alameda”, y este servidor. De que a Vica le va la marcha, está más claro que el agua con cloro.

Y no me refiero ‑es clarividente‑ a la marcha “marchosa” esa, sino a la marcha militar que, sin ser pasodoble ni taranta, le va a venir como anillo al dedo y calcetín al pie, por su humanidad, su amor a la tierra y su amabilidad a la antigua, que es la mejor.

(18‑05‑1989)

almagromanuel@gmail.com

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