16-08-2012.
I. En el mar de noviembre
Leyendo “La muchacha del mar Rojo”
Dime, ¿quién puso en ti, muchacha del Mar Rojo,
lunares indecisos en tu piel, oraciones
y tristezas, silencios con los bordes de pétalos
de rosa?, ¿quién vistió de lluvia tu mirada?,
¿quién se apropió de ti para turbar el sueño
desnudo de tu nombre? Muchacha, dime, ¿quién
con pinzas de tender colgó tus besos?, ¿quién
te puso las sandalias si el mar era tan rojo
y tú sólo una niña con un barco en las manos?
Aquellas playas blancas fueron tuyas, las islas,
las mezquitas también, los altos palmerales,
los minaretes verdes, los turbantes de plata.
El desierto y los niños perdidos en su olvido
tuyos fueron, tesoro de otras playas benignas.
Y el silencio del mar de madrugada. Sola
tú y aquella llama íntima que se apagó en diciembre
y nos llenó de espinas los ojos y las manos.
Hoy nuevas llamas lucen en otro mar, con vientos
y gaviotas bañadas por la luna de seda.
Si no te conociera y te viera de pronto,
diría que tu nombre tiene mi piel, mi ausencia,
la larga desmemoria de mis pasos oscuros
y un cierto parecido de familia, quizá.