¡Hasta siempre, Marieta!

Querida amiga y compañera de profesión y del alma:
Eres la segunda gran amiga de nuestra lejana juventud que nos deja, pues ya Mariani, hace demasiados años, partió prematuramente a ese viaje sin retorno que tú también has emprendido forzosamente, dejando a Miguel y a sus tres hijas en la mayor orfandad.
Me acabo de enterar de tu fallecimiento y he sentido un doble y antagónico sentimiento. Primeramente, una pena inmensa al comprobar que ya no te tendremos entre nosotros y que no podremos comunicarnos en vivo y en directo todo cuanto acontece en nuestras mutuas vidas particulares y familiares; pero, a su vez, y por otro lado, tengo una sensación de tranquilidad y sosiego al saber que ya has dejado de padecer, pues han sido demasiados años de sufrimiento y dolor continuado que ningún ser humano se merece y menos tú, puesto que eras una mujer tan alegre y graciosa, tan dispuesta siempre, tan valiente en todos los ámbitos de la vida, tan inteligente en grado sumo, una persona que siempre ha ido por la vida ayudando a los demás en todo lo que podías sin importarte cuándo ni cómo ni a quién…


Para mí siempre has sido una titana que has sabido sortear y resolver los múltiples problemas que la vida nos va presentando desde que nacemos hasta que entregamos la vida al Altísimo. Dotada de una fuerza física increíble (todavía me acuerdo cuando me cogiste en brazos y me levantaste como si fueses una destacada gimnasta -que lo eras-, que practicase la halterofilia olímpica, cuando estuviste un verano en el camping de Torre del Mar…).
Tu última etapa hospitalaria tuvo la buena suerte de encontrarse con un destacado antiguo alumno tuyo: Daniel (tu último y verdadero ángel de la guarda), internista destacado que en los últimos días de tu vida ha sabido suavizarlos y atemperarlos mimosamente…
Desde que eras niña has tenido un sentido de la responsabilidad exacerbado, que has ido conservando e incrementando conforme crecías e ibas asumiendo responsabilidades profesionales, familiares o de cualquier otro tipo…


Siempre has tenido una salud y fortaleza mental envidiable, con un corazón persistente y duradero que te ha hecho resistir estos últimos años más de la cuenta y, especialmente, estos últimos meses como una leona, pues querías sobrevivir por encima de todo y ver el desarrollo vital de tu familia cercana y, en particular, de tus tres amados nietos… Te has defendido como leona de esta maligna enfermedad que empezó tontamente por un sitio y que ha acabado por otro, minando tu preciada salud…
Hace unos días tuve la suerte de despedirme de ti a solas en la habitación 400 del Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, contándote anécdotas bonitas de nuestra común amistad y comprobando cómo querías hablarme, aunque ya no se te entendía por la sedación que tenías. Incluso observé que querías llorar, pero que te aguantabas (¡tú siempre tan dura y fuerte!), mientras a mí se me saltaban las lágrimas y se me encogía la garganta y el corazón (y eso que desde pequeño me dijeron siempre que los hombres no lloran…).

Qué bellos recuerdos me vienen a la memoria de cuando estabas de maestra en Huesa, aún soltera, y te hacíamos visitas interesadas diversos amigos con mi seiscientos. Se me hace la boca agua rememorando lo buena cocinera que eras y aquellas tortillas de patatas tan sabrosas a las que nos invitabas y que en el transcurso del tiempo se me han hecho aún más exquisitas y golosas en mi mente; o esas sabrosas berenjenas, que cada vez que mi esposa las hace, siempre recordamos que fuiste tú la que le diste la receta; o aquellas estancias en el camping de Torre del Mar disfrutando del verano de nuestra madurez joven, divirtiéndonos con nuestros respectivos hijos pequeños y paseando todos juntos por su paseo marítimo con las bicicletas de varios ocupantes, cuando teníamos tanto tiempo por delante para paladear la vida, sin prever lo que llegaría en un futuro que parecía lejano, pero que hoy se ha hecho cruda realidad…


Tus muchos años de docencia en Torreperogil, donde llegaste a ser una institución viviente, y que tanto te echaron de menos cuando te marchaste a Úbeda, precisamente a nuestro colegio “Sebastián de Córdoba”, más conocido entonces por “La Explanada”, y en donde permaneciste hasta tu jubilación, que demoraste unos años, pues nunca querías hablar ni pensar en ella como si la vida fuese a ser eterna; y mira que te lo advertíamos algunos diciéndote que nadie sabemos nunca el destino que nos tiene preparado la vida, por lo que había que aprovechar la oportunidad de jubilarse cuando la edad y los servicios prestados lo permitiesen… Pero tú no querrías ni oír hablar de ello, tu objetivo vital siempre era estar trabajando y pensando en el discente, adaptándote a las múltiples reformas educativas que hemos padecido con una hidalguía, sabiduría y frescura que admiraba a todos tus compañeros, alumnos y amigos…


Siempre has estado llevando el timón de tu casa y de tu familia íntima, ayudando a las de tus padres y suegros en todo momento por tierra, mar y aire, cuando su salud fue decayendo; siempre fuiste un ejemplo a seguir que nadie pudo continuar. Eras una auténtica titana que todo lo llevaba por delante, mientras Luis Juan, tu marido, se dejaba conducir porque sabía que estaba en tus buenas manos capitanas… ¡Vela, especialmente, por él desde arriba y también de tus hijos y tres nietos…! Tu ayuda siempre será bienvenida…
Esta tarde, en tu entierro, he podido comprobar lo querida que eres por muchos de tus amigos, familiares y compañeros de Úbeda y sus contornos, pues estaba súper cargada tu cámara mortuoria de coronas de flores, cada una con un leyenda destacable, expresando lo que tanto te queremos todos y quiénes eran los protagonistas de cada dedicatoria.


Había un gentío enorme tanto en la sala 1 del Tanatorio Colodro como en su entrada y exteriores, todo allí era un clamor popular por acompañarte -al igual que a tu familia-, demostrándote el último adiós cariñoso, aunque melancólico y entrañable, para la misa de corpore in sepulto que se ha celebrado en la propia capilla del tanatorio. Cada vez me gusta menos la dichosa costumbre que últimamente hemos tomado en esta sociedad del bienestar ficticio que nos acogota, por comodidad, pues lo que te hubieses merecido hubiera sido celebrar la santa misa en tu parroquia, con la grandeza y el boato que te correspondía, aunque eso hubiese supuesto bajarte a ella y luego llevarte al crematorio que habías elegido para que te incinerasen como fue tu decisión en vida, ya que hasta para tu muerte lo tenías todo programado, como ha sido poner una fotografía en tu féretro, en lugar de dejar que se transparentara tu cara de difunta; pizpireta hasta el final…


La iglesia se quedó demasiado pequeña para tanto público que quería asistir a tu última despedida como cristianos católicos que creen en la otra vida sabiendo que tú resucitarás, como todos, por obra y gracia del Dios eterno en el que creías, encarnándote nuevamente para departir con tus ancestros que te precedieron en ese viaje que todos hemos de hacer antes o después…
Ya solo nos quedan de ti tus imágenes físicas y mentales, algunos vídeos y fotos, nuestros recuerdos más acendrados o livianos, nuestros fugaces deseos de no olvidar nunca que te tuvimos entre nosotros y que te fuiste demasiado pronto a la Casa del Padre a tus 71 años, dejándonos huérfanos de tu alegría y bondad, de tu genio y figura sempiternos, de tu buen hacer cotidiano, de tu amor a la escuela y a tus educandos, ya que algunos han estado presentes hoy a la hora de tu despedida llamándote MAESTRA, rol que has ejercido maravillosamente bien desde que saliste de la Safa de Úbeda, por acceso directo del Plan 67, hace 50 años, pasando por Huesa, Torreperogil y Úbeda, entre otros lugares donde has dejado honda e imperecedera huella, así como fructífera semilla germinada cual magnifica profesional que has sido siempre. Tanto era así que te costó bastante decidirte a despedirte, regalándole a tus alumnos y al estado cuatro años más de los que te correspondía por ley, pero tú siempre estabas orgullosa y con la conciencia tranquila de que habías hecho lo correcto en todo momento. Tu genio y tu pundonor nunca hizo que te tambaleara el ánimo y tus acciones para defender al débil o al que le practicaban cualquier injusticia, pues siempre lo defendiste con uñas y dientes, como si fuera tu propia vida o la de tu familia más íntima.


Te vamos a echar mucho de menos todos, Marieta, aunque lógicamente será Luis Juan quien notará más tu gran ausencia y tus hijos y nietos, pues han perdido a una esposa, una madre y una abuela irrepetibles.
Ya descansas en paz con Dios y contigo misma mientras nosotros seguimos caminando por este valle de lágrimas sabiendo que antes o después nos encontraremos contigo en el Cielo para hablar de tantas cosas, amiga, pues con lo buena y gran conversadora que eras dejarás boquiabiertos a todos los habitantes de ese multiverso que ahora nos han descubierto…
Reitero las palabras que te dediqué en tu jubilación con todo cariño y afecto:
“María Antonia Martínez Cobo, alias Marieta, grande y querida amiga, llegaste a nuestro cole para, cual ciclón humano, completar tu largo periplo profesional, materializado sobre todo en el Colegio de la Misericordia de Torreperogil, y servir diligentemente tu especial menú educativo con tu impronta personal, centrada en tu cole, tu clase, tus discentes…”


Hasta siempre querida Marieta, reza por nosotros para que tengamos la firmeza, la valentía y la constancia que tú has tenido a lo largo de toda tu vida y, especialmente, durante estos largos y duros años de enfermedad en la que has resistido como una valiente e intrépida mujer que desde siempre sabía lo que quería y debía hacer. Le has echado un pulso continuado a la vida y tu derrota suena a victoria por la voluntad y coraje que le has puesto siempre…


¡Descansa en paz, buena amiga, bien te la has ganado y mereces!
¡Te echaremos todos mucho de menos…; reza e implora por todos nosotros!
Un fuerte abrazo, para ti, desde el planeta Tierra…
Úbeda, 20 y 21 de agosto de 2024.
Fernando Sánchez Resa

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