SABLAZOS

SABLAZOS

Ruido de sables, espadones… Vienen del siglo XIX estos ecos conocidos que se extendieron hasta el XX por nuestra España. Se creía que en el XXI estas voces antiguas estarían no ya gastadas sino hasta olvidadas, como esas palabras y expresiones antiguas que quedan perdidas por su desuso.

“La espada más limpia de Europa”, decía el mariscal Pétain cuando iba a rendir su país ante Hitler y necesitaba un aval supuestamente neutral, el del general Franco.

Que Franco no tenía esa espada muy limpia era obvio para los que lo sufrieron (nada más pensar en el subterfugio y timo con el que llegó al poder absoluto ya lo indica).

Sin embargo es curioso que en el ambiente previo a la sublevación militar de julio del 36 Franco ya había enviado meses antes una carta al ministro republicano del ramo en el que le advertía de la existencia de un malestar creciente entre los uniformados y que ello se podría traducir en una asonada o levantamiento cuartelero. Franco siempre supo nadar y guardar la ropa y se cubría las espaldas por lo que pudiese pasar (tal vez hasta su intención sincera de esos momentos era la de evitar un golpe de estado que ya se estaba fraguando).

El golpe militar ya se venía gestando desde que el Frente Popular ganase las elecciones de abril del 36 y lo de Calvo Sotelo (su asesinato) no fue más que una excusa. Lo cierto es que ni la izquierda revolucionaria admitía que gobernase la derecha (revolución del 34) ni la derecha que lo hiciesen los otros. La moderación se perdió entre tanto extremismo doctrinario y social.

Y así se extinguió el ruido de sables durante cuarenta años (que quedó como cosas de cuartos de banderas, susurros e intercambios con el miedo cubriéndolo todo). Yo fui testigo en mi periodo de servicio militar  de esos intercambios a veces divergentes entre algunos oficiales, como cuando se produjo la Revolución de los Claveles en Portugal (dada por oficiales de su ejército) y acá algunos murmuraron que debían hacer lo mismo; lo que no entendí bien es si se referían a acabar con la dictadura o más bien a reforzar el poder militar (no olvidemos que ya ETA mataba y que se llevó por delante al almirante Carrero un año antes).

Así que aparte de las paradas y demás parafernalia castrense los sables apenas se movían poco.

Claro, al cambiar todo como la vida exigía y las previsiones mandaban los militares se ciñeron más de mala gana que de buena al clavo ardiendo de la legitimidad (¡) monárquica establecida por el propio Franco. No todos los militares estos años han sido monárquicos convencidos, como pasó durante la primera parte del siglo XX, que los hubo de todos los colores.

Cuando la Junta Militar sublevada lo hizo no fue enarbolando la bandera monárquica sino diciendo que lo hacía por la República (aunque duró poco ese engaño). En el año 1981 los militares que intentaron un golpe de estado tampoco declaraban que querían abolir la Monarquía… Esa fue una representación tragicómica de espadones sin atreverse a desenvainar el sable, y quien algo desenfundó fue un guardia civil de medio pelo, pero su pistola.

Así que ruiditos metálicos siempre se han estado oyendo en estos años por los cuarteles. Sí, no nos engañemos, en los cuarteles las añoranzas de lo pasado, de la sombra del difunto general, muerto y bien muerto y enterrado y bien enterrado en su faraónico panteón hasta que  estos gobernantes actuales han podido pasarlo a un discreto lugar, ha sido alargada en extremo. No, ni su sombra ni su figura ni su doctrina han sido olvidadas (es una mentira gorda que ya al no vivir quienes militaron con él toda su influencia acabó) y hacen mal en creerlo o así declararlo los gobernantes actuales (y los que piensan gobernar). El franquismo ha seguido tanto en el orden militar como en el civil. Los cachorros se alimentaron de sus madres.

A Milán del Bosch le pasó como a Sanjurjo en la asonada que dio contra la República (y este tenía bien claro que restauraría la Monarquía), que no lo siguieron los demás espadones. A Mola, Franco y demás les valió que algunos más los siguieran (y el auxilio necesario y oportuno de Hitler y fascistas). Y esta es la clave de todo movimiento correcto y eficaz de sable, que hay que saberlo utilizar y al unísono con otros (los civiles son más duchos en el uso de las palabras insidiosas y al extremo las pistolas).

Los civiles azuzan a los uniformados, los alagan, les hacen ver su importancia y su fuerza (y si no la tienen se la inventan), los civiles son duchos en arroparse con las mismas vestiduras caras a los milicos, banderas e himnos, arengas y bravuconadas, apelaciones a una Patria que ellos se encargan de fagocitar, sí, esa media a la otra… La ultraderecha y derecha incivilizada (o sea que eso de la democracia más que le sobra) se incrusta entre los sables e incluso se los toman para darles brillo – Gracias – No las merezco, a mandar.

Ahora, como hiciese Franco en su momento, se envían cartas… Cartas de aviso.

El gobierno socialcomunista actual hace mal varias cosas. Y en especial la facción comunista del gobierno. Como doctrinarios de libro, añejos ya por los modelos que siguen claramente dados a fracasar por la vía que sea, o porque se los traga la democracia de una forma u otra, o porque fracasan por sí mismos, o, precisamente, porque el brillo de los espadones los elimina, están abocados a una política errónea y mal definida y calculada.

En lugar de planificar y llevar a cabo un programa de política centrado en lo social, en lo económico, en lo que aproveche a la sociedad en general, genere bienestar económico y armonía política, espere a que existan los parámetros propicios para ir llevando a cabo cambios muy necesarios para modernizar el Estado y al País se dedican (a la vez pero con mucho más ruido y consecuencias nefastas) a blandir las banderas que les son odiosas a los otros, a los ultras y demás… Excitan los rencores innecesariamente y les dan argumentos (sí, fútiles pero muy concretos y sencillos de entender) para que cada vez les sea más reconocido el discurso, admitido y, prestamente, ejecutado; según ellos se cargan pues de razón.

Así que nos encontramos, como antaño, en que ni la izquierda ni la derecha (ambas no centradas y sí reaccionarias y populistas tendentes en realidad a la implantación de cualquier dictadura que se precie) va a admitir que gobierne la otra. La derecha lo ha venido haciendo recurrentemente en cuanto la izquierda ha llegado al poder, duro enfrentamiento siempre, intransigencia total o casi con cualquier iniciativa con tufo progresista, bloqueo y uso sistemático partidista de las instituciones (incluso al riesgo de cargárselas contra la declaración repetida de que son los guardianes de las mismas); la izquierda apenas ha tenido tiempo de ejecutar algún programa propiamente de izquierda y en cuanto ha pretendido ir más allá, como ahora, ha sentido en su nuca la fría amenaza del sable.

No, no nos encontramos con nada nuevo. España no admite centro ni moderación alguna, ni juego democrático leal (si lo sabe jugar) porque sus políticos son de cepas de viñas antiguas que dan vinos agrios y nos los hacen beber.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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