Una historia vivida y narrada en primera persona
A Manolo Gordillo y a Santos Ortega, In Memoriam
Los orígenes
Mi memoria me lleva a una tarde soleada del otoño de 1963. Los alumnos de la Segunda División nos encontramos en la sala de estudio a punto de salir al recreo de la tarde, el más largo, el que nos permite hacer montones de cosas, desde merendar a jugar partidos completos de fútbol, de balonvolea (todavía no se decía voleibol), de baloncesto o, más emocionante (y arriesgado) todavía, fumarnos un cigarrillo a escondidas por alguno de los infinitos rincones de nuestro territorio. Pero aún faltan unos minutos para las 6. El estudio no ha terminado todavía. Todo el edificio de Magisterio continúa envuelto en un silencio absoluto (podría decir “sepulcral”, pero no me gusta esa palabra). De repente, unos potentes acordes de guitarra eléctrica desgarran con violencia el manto casi sagrado de quietud que nos envuelve a todos y a todo. Como resortes, nuestras cabezas se levantan y con ojos de sorpresa nos miramos. Nadie dice nada, está terminantemente prohibido hablar, pero en nuestro interior saltan numerosas preguntas: ¡¿lo que suena es una guitarra eléctrica?!, ¡¿quién tiene en el Colegio una guitarra eléctrica?!, ¡¿quién la está tocando?! La guitarra no deja de sonar y sus acordes han interrumpido definitivamente nuestro estudio. Faltan muy pocos minutos para la hora de salida que a mí se me hacen eternos. Al fin, el inspector da permiso para salir.