(El próximo sábado, tras la Asamblea y el almuerzo en el restaurante Antique, visitaremos la Sinagoga del Agua, notoria huella judía. Por eso publicamos este nuevo artículo, para ir abriendo boca)
Sigamos el paseo donde lo dejamos, en San Lorenzo.
Dejamos atrás la Casa de las Torres (y su leyenda de la emparedada, la ilustre Dª Ana de Orozco y Padilla, a quien su marido y sobrino, D. Rodrigo de Dávalos y Orozco condenó a tan terrible muerte) y penetramos en el barrio de San Lorenzo, dejando de lado el pastiche del Palacio del Marqués de Contadero, atrozmente rehabilitado para sede de la Empresa de Turismo de Interior de la Junta.
A sus espaldas se alza el Museo Andalusí, una iniciativa privada de un conocido ubetense. La casa actual es del siglo XV, de la familia Chirino Narváez descendientes de judíos conversos, cuya conversión fue cuestionada por la Inquisición hasta el punto de hacer desaparecer todos sus emblemas de esta construcción y requisar todas sus pertenencias y atributos de nobleza.
Tras su portada plateresca se abre una casona señorial organizada en torno a un patio porticado con raras columnas hexagonales (del XIV-XV) y cilíndricas (XVI), que sorprenden por su tono rojo.
De entre sus múltiples objetos, señalamos aquellos relacionados con el tema de nuestra ruta: maderas recogidas en casas judías del XIII-XIV (ménsulas, vigas, puertas, zapatas, etc. con sus típicas tallas geométricas), la puerta de la casa Guerrero (tallada en lacería de 4 puntas), un fragmento del artesonado de una casona del XIII, colección de azulejos de cerámica estrellada (más tardíos, del XV al XVIII), pucheros de cocina y una curiosa colección de alcuzas de aceite (desde el XIII).
Pasando junto a la iglesia de Santo Domingo, por la puerta de Granada se sale hacia las huertas y campos de labor, con una maravillosa vista panorámica del valle del Guadalquivir y Sierra Mágina. Dejando las ruinas de las tenerías judías a nuestra derecha, circunvalamos la muralla y volvemos a entrar por la antigua Puerta de los Judíos (Bad-Yahud), hoy parcialmente reconstruida (y ya decorada con el oportuno graffiti). En la Cuesta de los Carbajales, frente a su palacio, se halla la llamada “Sinagoga de Salomón”, en realidad dos casas del s. XIV habilitadas para imitar la que debió ser la sinagoga de la aljama (reunión) judía. Al entrar, la cátedra del rabino y frente a ella el baño ritual, con un lavabo califal (del S. IX) que aprovecha una pieza de mármol proveniente de un friso romano del S. I (mirar el espejo colocado para disfrutar de la talla). Sobre nuestras cabezas, una viga cargadero o selmo, con canes, de un palacio mudéjar del XIV.
En la jamba de la portada interior de acceso se halla la mezuzá (מְזוּזָה), una caja hueca y alargada, de unos 10 centímetros de largo, en la que se introduce un rollo de pergamino, que reza dos plegarias: la más solemne del judaísmo, «Shemá Israel» (שְׁמַ֖ע יִשְׂרָאֵ֑ל «Oye, oh Israel» , Deuteronomio 6:4-9) y «Vehayá im shamoa» ( תִּשְׁמְעוּ֙ אִם־ «Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos» , Deuteronomio 11:13-21). El grabado de las oraciones en el pergamino es efectuado por un escriba ritual, llamado Sofer Stam, que es quien también escribe a mano los rollos de la Torá. En su parte externa, la mezuzá lleva inscripta la palabra «Shadai» (אל שדי), uno de los nombres de Dios, «El que cuida las puertas de Israel» (Shomer delatot Israel). A veces se confunde este ritual con el de las filacterias, cajas de cuero negro que contienen cuatro oraciones y que se llevan anudadas con cintas en el brazo y sobre la cabeza (aunque los judíos ortodoxos consideran un insulto este nombre, que significa en griego «amuleto», lo que está prohibido en el judaísmo, usando el término «tefilim» , תפילין).
En la planta alta, la reconstrucción de una escuela talmúdica. En la sala se halla una Torá (תורה), sobre piel de gacela, extendida (si se hallase presente un judío, debería enrollarse y guardarse, pues ni siquiera para leerla se puede tocar, usándose para seguir el renglón un punzón de plata o “yad”). En la cabecera, un sillón de taracea de marfil sobre ébano con dos estrellas de David y a su lado la Menorá (מנורה, candelabro ritual de siete brazos, símbolo de Israel, recuerdo del arbusto ardiente de Moisés). Enfrente, un manto morado con la Hanukkad o Januca (חנוכה), el candelabro de nueve brazos que hace referencia al milagro de las lámparas de aceite del templo de Salomón, y que a veces se confunde con el anterior.
Siguiendo camino, en el callejón detrás de Santa María se encuentra otra casa judía, con las dobles estrellas de David.
Pasamos ante el Palacio de Valenzuela, casa de las Siervas de María, que fue solar de canónigos y tesoreros de la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares, edificada sobre la mezquita aljama, y admiramos la fachada del palacio del Marqués de Mancera, que fue Virrey del Perú, de donde trajo plata suficiente para rebosar los retablos de todas las iglesias ubetenses. A su lado, la antigua casa del príncipe musulmán, que fue prisión del Obispo y hoy es sede de los juzgados.
Dejando a nuestra derecha la maravillosa fachada de la Capilla del Salvador (con su leyenda judía sobre la «puerta del paraíso» que contaremos en otra ocasión), llegamos a la Gradeta de Santo Tomás.
Aquí encontramos dos casas judías, con sendas estrellas de David de seis y doce puntas. La segunda es conocida como casa del judío Samuel, almojarife de Alfonso X. El tablazón de madera pide a gritos un arreglo.
Hay una visita curiosa, el palacio de los Granada-Venegas, la familia de Cidi Yahya Al-Nayar, un converso judeo-morisco de alta alcurnia, reyezuelo que defendió Baza y Guadix contra los Reyes Católicos, y que rindió ambas cuando se aseguró un trato de favor para su linaje, lo que consiguió de Isabel de Castilla, que personalmente lo “convirtió” y presidió su bautismo. El nombre le viene de su boda con su prima Myriam Venegas, hija del gran visir Abu Abdallah, hermano de Muley Hacén y tío de Boabdil, ambos de ascendencia hebrea, pues Myriam descendía de la saga Ben- Egas o Megas, cuyo miembro más notable fue el rabino Megas que tuvo como pupilo al progenitor de Maimónides. El palacio es un gigantesco almacén de muebles antiguos, con algunos elementos interesantes de época mudéjar.
Es preferible seguir hasta la Sinagoga del Agua, un hallazgo sorprendente que apareció al pretender reconstruir tres casonas antiguas y descubrir en sus sótanos una sinagoga completa, con la particularidad de hallarse fuera de la judería. Lo más curioso es encontrar en ella un baño ritual (mikvé, מקווה), así como una vivienda (posiblemente la del rabino) con cocina, bodega y almacén. Se puede fechar a fines del XII o principios del XIII, antes de la conquista cristiana.
Accediendo por la primera casa se observa un arco cargadero, que la separaba del patio, que fue cerrado en el XIX. Las columnas tienen capiteles de hojas de palmera, que para los judíos es el árbol de la vida, del júbilo, del fin de la travesía del desierto, con relieves de granadas cuyos 613 granos representan los 613 versículos (mitzvot) de la Torá. Se exhibe en la pared un curioso documento cristiano del XIV, que describe la Úbeda medieval, en la que dicen existían 4 sinagogas. A su lado, el libro de Abolá Fará, parte del Talmud, escrito en Úbeda en 1290.
La sala de oración, orientada a Jerusalén, tiene tres naves, con su galería de mujeres separada por la mechitsa, con arcos apuntados sobre pilares poligonales. Tiene una Torá del s. XV, escrita en piel de gacela, con su punzón de plata (yad) para la lectura. Junto a ella, un Talmud (תַּלְמוּד) y el Libro de Esther, que se lee en la fiesta del Purim, una de las más alegres del calendario judío, en la que celebran cómo esta heroína bíblica les salvó de la aniquilación a manos del rey persa Asuero (Jerjes I), durante la cual se hacen regalos y los niños hacen sonar carracas de madera al pronunciar el nombre del sátrapa.
Lo más sorprendente es el baño ritual o mikvé, bajo la nave mayor de la sinagoga. Se accede por escalones tallados en la piedra a lo más profundo (siguiendo el Salmo יְהוָֽה׃ מַּעֲמַקִּ֖ים מִ “desde lo más profundo, Oh Jehová, a tí clamo» ) de la casa, donde hay un afloramiento de agua pura, que ha de regenerarse, no ser estancada. El baño es solitario, no comunal, por doble inmersión, y se hace en los momentos importantes de la vida (tras dar a luz, antes de un viaje, de las bodas, de un negocio, la víspera del Yom Kipur, etc.). En el solsticio de verano, a la hora segunda (las 10:00), un rayo de sol entra por un ventanuco a pie de calle y da en el agua del baño, creando una sensación mágica.
(La música es una vieja canción judía sefardí, “Di alte kashe”, arreglada y cantada por Lucie Skeaping, acompañada del grupo The Burning Bush. Se encuentra en su álbum “Raising and almonds”)
A la salida, no puede uno menos que maravillarse ante la torre-fachada del Palacio de los Condes de Guadiana, aunque sepa que fue edificado sobre una manzana de casas judeomudéjares. Pero eso es la historia: capas de cultura sobre capas de destrucción. Hasta hoy.
Un comentario en “Un paseo por la huella judía de Úbeda (2)”