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Visita organizada por el Museo Arqueológico de Úbeda.
Autor del texto y comentarista de la visita, Juan Ramón Martínez Elvira.
Autor de las fotografías y director del Museo, José Luis Latorre Bonachera.
La actual Plaza de Andalucía, durante mucho tiempo, compitió con la Plaza de Abajo y con la del Mercado en cuanto a actividad comercial y lúdica. A lo largo de su existencia documentada se ha venido llamando Plaza (de la Puerta) de Toledo (por salir a ella la más espléndida de nuestras puertas de muralla, desaparecida hacia 1876), Plaza de Arriba (por oposición a la de Abajo), del Comercio (por sus actividades de compraventa), del General Saro (militar nacido en Cuba durante 1878 y que prestó relevantes servicios a la localidad), de Adriano Moreno (ilustre abogado ubetense, poeta y orador, liberal y republicano) y Plaza Vieja.
De su antigua arquitectura sólo queda la torre del Reloj, resultado de remodelar un cubo de muralla en 1562, con la posterior adición de un templete. Hasta entonces, el reloj oficial de la ciudad estuvo en la torre (hoy desaparecida) de Santa María, en donde, de todos modos, continuó emplazado durante cierto tiempo. Las obras de cantería para la reforma del viejo torreón estuvieron a cargo de Luis de Toral, pero desconocemos al autor del proyecto, aunque no sería extraño el concurso de Vandelvira. También intervino Pedro de la Mazueca, tal vez en la erección del templete o cuerpo de campanas. El reloj fue construido por el maestro Juan Álvarez de Molina, que cobró 806 000 maravedíes y la campana se concertó con el fundidor Juan Vélez en 1561.
En la base de la torre está puesto un cuadro de la Virgen de los Remedios, réplica del lienzo original, que se conserva en el palacio de Vázquez de Molina. Esta imagen tuvo su capilla en la muralla comprendida entre las dos puertas de Toledo; y es tradición que, ante ella, juraron los fueros de la ciudad Carlos I, Felipe II y Alfonso XIII.
La segunda edificación más antigua que conserva la plaza corresponde a 1885 y estuvo destinada en un principio a las Carnicerías, que ya llevaban siglos ubicadas en este mismo lugar. Úbeda, como ciudad populosa que era, contaba con dos: la otra ‑según ya vimos‑ se hallaba en el Arroyo de Santa María.
Se perdió, en cambio, la Fuente de la Puerta de Toledo que, con seguridad, ya existía en el siglo XV y cuyos derrames bajaban por el Rastro y la Cava. Y el Beaterio o casa de recogimiento de mujeres, situado detrás de la fuente, y que fundaran en1648 doña Luisa y doña María de Quesada, doncellas. La última vez que, dentro de los padrones, se hace referencia al Beaterio es en 1798.
Desaparecieron también los mesones limítrofes con la plaza: el del Ángel, propiedad del Deán Ortega y sus descendientes; y el de las Dos Puertas, que poseían los Serrano.
Ocurre con la Plaza de Toledo lo mismo que con la del Mercado: casi todas sus fincas urbanas pertenecen a la nobleza que, sin embargo, no vive en ellas y las alquila a vendedores, comerciantes, artesanos y menestrales.
De lo actual, habría que distinguir el monumento al general Saro, encargado en 1926 a Jacinto Higueras, y el moderno edificio historicista en cuyos soportales se ubica un Banco.
Tomamos ahora la calle de El Rastro. Su nombre más antiguo fue el de Los Tintes, por las tintorerías de paños que abundaban en la calle, aprovechando el agua que bajaba de la fuente. A esta denominación siguió la actual: el Rastro era el sitio destinado a las reses que se desgraciaban o morían, por lo que en él se podía adquirir la carne a mucho menor precio. Ya en época más moderna se llamó de Cánovas del Castillo (finales del XIX) y de Queipo de Llano (tras la guerra de 1936). Tristemente desaparecida, en esta calle estuvo la mansión de los Saro, sustituida en los años 60 por un bloque de pisos.
Tras dejar a un lado u otro las calles aledañas (la de El Moral de Burgos, la de Andújar ‑abierta en 1886‑ y la de Zaus o Sauce) llegamos a lo que fue Plaza o Tesillo del Espíritu Santo, que recibe el nombre del convento emplazado donde hoy están las cocheras del palacio de La Rambla. La iglesia ‑promovida por el mercader Alonso de Baeza‑ se terminaba de erigir en 1561 y parece indudable que, al mismo tiempo, se funda la cofradía, destinada ‑de acuerdo con la Orden rectora de la casa‑ a criar a los Niños Expósitos. En 1675 ocurrió en su templo el prodigio del sudor de la lámina del Descendimiento.