Querida amiga y compañera de profesión y del alma:
Eres la segunda gran amiga de nuestra lejana juventud que nos deja, pues ya Mariani, hace demasiados años, partió prematuramente a ese viaje sin retorno que tú también has emprendido forzosamente, dejando a Miguel y a sus tres hijas en la mayor orfandad.
Me acabo de enterar de tu fallecimiento y he sentido un doble y antagónico sentimiento. Primeramente, una pena inmensa al comprobar que ya no te tendremos entre nosotros y que no podremos comunicarnos en vivo y en directo todo cuanto acontece en nuestras mutuas vidas particulares y familiares; pero, a su vez, y por otro lado, tengo una sensación de tranquilidad y sosiego al saber que ya has dejado de padecer, pues han sido demasiados años de sufrimiento y dolor continuado que ningún ser humano se merece y menos tú, puesto que eras una mujer tan alegre y graciosa, tan dispuesta siempre, tan valiente en todos los ámbitos de la vida, tan inteligente en grado sumo, una persona que siempre ha ido por la vida ayudando a los demás en todo lo que podías sin importarte cuándo ni cómo ni a quién…