Por José María Berzosa Sánchez.
214.8 Adaptado.
Expresiones que una lengua toma de otra, adaptándola a su fonética. Del sustantivo inglés speed, pronunciado a la española como espid, ‘rapidez, velocidad, prisa’, encontramos el adjetivo espídico, ‘rápido, veloz, apresurado’.
A).
«El inspector movió la cabeza, señalando su taza de café. Ferreras se fijó en las tres botellas vacías de cocacola que había sobre la mesa.
—¿Solo bebe café y cocacola? Así tiene esa cara de no dormir nunca.
—Usted tampoco parece haber dormido mucho.
—Pero yo es que estoy volado, voy siempre espídico, como si me hubiera puesto algo».
Plenilunio. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1997.
214.9. Técnico.
Expresiones empleadas exclusivamente, y con sentido distinto del vulgar, en el lenguaje propio de un arte, ciencia, oficio, etc.
214.10. Vulgar.
Usual, a diferencia del técnico y del literario.
A).
«La verdadera moda del verano ha sido «lo que es». Y me temo que sea la moda del otoño. Y, si Dios no lo remedia, la del invierno. Lo dicen los locutores de los informativos, lo repiten los señores a los que hacen una entrevista por la radio.
Las marías y los pepes lo han hecho suyo con tal ardor que aquello de «a nivel» del comienzo de la transición era Lázaro Carreter puro de oliva comparado con esto. Aquel grito de guerra famoso de las marías al borde de la playa ha sido modificado. Las madres ya no dicen:
—Vanesa, sarte del lagua, que te va a dá argo…
No, ahora dicen:
—Vanesa, sarte de lo que es el agua, que te va a dá lo que es argo…
…
El español, que se quedó sin el pronombre «cuyo», se va a quedar ahora sin preposiciones. «Dentro del armario» es ya «en lo que es el armario». «A Córdoba» es ya «a lo que es Córdoba». Se va a quedar también sin el adjetivo «mismo». «Déjalo en su mismo sitio» es «déjalo en lo que es su sitio». «Darle en la misma boca» es «darle en lo que es la boca».
Bueno, pues ahí, en la misma boca (vamos, en lo que es la boca) habría que empezar a dar sopapos a todos los que repiten como loritos este verdadero sida que le ha entrado a la lengua española sin que nadie tome medidas contra la espantosa epidemia. Yo creo que es algo…»
El recuadro. Antonio Burgos, Madrid, el mundo, 26—8—97.
B).
«Un trago, un pelotazo, menos de un minuto, nadie se entera, y si se enteran qué, bastante trabaja uno para que se forren otros».
Plenilunio. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1997.
C).
«Dice wáter siempre, nunca cuarto de baño, los dineros en vez del dinero, y los huesos de la boca en vez de dientes, y dice hacer de cuerpo y regoldar y paéres en vez de paredes, qué bestia, parece que se hubiera criado en un cortijo, en una cueva de la sierra».
Plenilunio. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1997.
21.5. Uso y frecuencia de morfemas.
215.1. Aumentativos.
Dícese del sufijo que aumenta la magnitud del significado del vocablo al que se une, así, —ón en narigón o —azo en portazo. Pueden sumarse dos seguidos: cajonazo; y cambiar el género femenino del positivo correspondiente: cabezón (de cabeza). Sus valores son muy diversos:
A).
«Como comprenderás, una reacción química no se suple con unos brochazos de aceite de linaza: los colores de la falsificación serán siempre más planos».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
215.2. Diminutivos.
Dícese del sufijo que disminuye la magnitud del significado del vocablo al que se une: —illa, en estatuilla; o que, sin aminorarlo, presenta al objeto con intenciones emotivas muy diversas por parte del hablante: Están haciéndose ojitos; ¡Qué llamaditas más intempestivas!; Haz el favor de echarle una miradilla a mi coche. Puede cambiar el género del positivo del que se deriva: cuartilla, de cuarto; botellín, de botella.
A).
«Tardé en discernir el bigotito que le delineaba el bozo, como un labio supernumerario, un bigotito más bien facistoide».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
B).
«—¡Pero eso no es inconveniente! Giovanna y yo siempre encargamos algún disfraz de repuesto, para poder elegir, ¿verdad, querida? —Sólo obtuvo un bufidito a modo de respuesta».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.