Las modas

Por Jesús Ferrer Criado.

Hasta los más reacios admiten que la actual moda femenina del minishort, o sea, el pantalón sin perneras, ha contribuido eficazmente al conocimiento de la anatomía femenina o al menos de las extremidades, no por inferiores menos voluptuosas. Desde luego, mucho más que el hombre clástico de nuestras aulas.

Si bien es cierto que los amantes de las playas, piscinas y otros lugares de perdición estaban ya al cabo de la calle respecto a los susodichos miembros femeninos, lo cierto es que la situación actual ha mejorado en cantidad y calidad su estudio y observación.

Ha mejorado en cantidad, puesto que basta dar un corto paseo por nuestras ciudades para disfrutar del espectáculo que miles de  jóvenes, o incluso señoras talludas, nos ofrecen de forma gratuita, indiferentes a cualquier mirada. Con ese exiguo pantaloncito, viven el día a día, van a comprar, al cine o donde sea, sin que parezcan tener mayor problema. No hay que buscarlas; te las encuentras por doquier y no puedes escapar. Por cierto, que la variedad de diseños, tamaños, texturas, bronceados, turgencias…, va desde lo sublime a lo manifiestamente mejorable. No hablo de la prenda, sino de la extremidad tal cual.

También ha mejorado en calidad, puesto que ese atuendo, superando por mucho las posibilidades que ofrecía la playa, es ahora compatible con tacones de aguja, ornamentos y complementos de todo tipo, cinturones, collares, bolsos…, y cualquier clase de maquillaje, lo que, en conjunto, le añade una gran vistosidad. Más aún, si añadimos que el mismo minishort admite diversos diseños, colores, bordados, etc. No obstante, el mal llamado macho ibérico, a la vista de un buen muslamen, se concentra obsesivamente en su geometría y da por sobreseído el resto; me refiero a los adornos.

Hay que puntualizar, antes de seguir estas consideraciones, que las citadas extremidades inferiores de las señoras no son entes aislados ‑pongamos como un chalé en la sierra‑, sino que forman parte de un conjunto más extenso…, como si fueran dúplex adosados. En este caso, su contigüidad con otras zonas del máximo interés anatómico contribuye al magnetismo que ejercen sobre el mal llamado, otra vez, macho ibérico. Este espécimen notable por su sensibilidad ‑estrictamente selectiva por lo demás‑, ante ciertas convexidades y volúmenes, puede llegar a sufrir tremendos ataques de ansiedad, taquicardias, subidas de tensión, lipotimias y cosas así, que desemboquen en lo que, a nivel de calle, se conoce como telele, patatús o jamacuco. Se dan estos casos ante conjuntos escultóricos de especial valor artístico.

Por otra parte, y como ocurre frecuentemente, algunas señoras y señoritas aconsejadas por torvas congéneres, a las que erróneamente consideran amigas, insisten en seguir esta moda ‑pensada para otras anatomías‑ y se “lucen” en plazas y paseos, luciendo unos encantos que, con toda la caridad del mundo, hemos de calificar de excesivos.

Aunque esta moda está generalizada en amplios sectores de la población y con un diseño más o menos normalizado, me comentan agudos observadores, con más tiempo que yo para el trabajo de campo, que ‑en ciertos casos‑ se detectan evidentes intentos, por parte de algunas féminas, de ir un poco más allá en su destape posterior. La anatomía femenina establece un límite natural que no es otro que el final de las dichas extremidades y el comienzo del tronco; pero, según los observadores mencionados, ciertas criaturas, obligadas seguramente por el calor estival, muestran además los segmentos inferiores de sus glúteos. Algo así como los casquetes del polo sur. Puede ser.

No quiero pensar yo que tal atrevimiento ‑ese trémulo e incipiente paso hacia la conversión del minishort en tanga, como uniforme de paseo‑, tenga éxito y nuestras calles se conviertan en sucursales “low cost” del Folies Bergère. Los límites de la moda femenina están aún por ser descubiertos, aunque, francamente, prefiero esta moda a la que llevó a las hijas de nuestro ínclito Zapatero —góticas, creo que iban, con sus ojeras y sus labios negros‑ a presentarse ante los Obama, como cadáveres rescatados de una morgue en ruinas.

Ahora que llegan los primeros fríos, tendremos ocasión de comprobar la fuerza de voluntad de nuestras jóvenes. Veremos si el irrefutable dicho femenino de que “Para presumir hay que sufrir”, aplicado principalmente al tema dieta, depilación, zapatos imposibles…, se extiende al frío y las seguimos viendo en enero con sus minishorts…, y sus casquetes polares.

El mal llamado macho ibérico está tan intrigado como anhelante.

jmferc43@gmail.com

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