Por Mariano Valcárcel González.
—¡Nene, llévale al maestro el dinero de las permanencias!
Mensualmente le pagábamos al maestro por las horas extras que nos dedicaba por las tardes, tras la jornada doble y normal de todos los días. El maestro recibía así una gratificación (que era voluntaria por nuestra parte) por ese trabajo que la administración no le pagaba. En tiempos de pocas vacas (ni gordas ni flacas), eran formas que tenían los docentes de adecentarse el sueldo; había otras, que ahora no es el caso de detallarlas.