Esperando a Godot

El profesor de Literatura, Julio Artillo, jesuita novicio, revolucionó la metodología tradicional haciéndonos profundizar en los movimientos literarios que más influyeron en el pensamiento contemporáneo. La primera obra dramática que leí, “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett, tenía un simbolismo en el mensaje, que Julio Artillo nos hizo descubrir analizando la temática a la que nos enfrentábamos. El padre Artillo era un profesor diferente, tanto en Legua-Literatura como en Sociología. Sus clases, divertidas y participativas. Su poder de comunicación bastaba para motivarnos a leer, debatir, decir libremente lo que pensábamos. Los exámenes no eran un fin, sino un instrumento para medir el grado de aprendizaje que adquiríamos. Era benévolo en las notas si percibía en nosotros interés, atención y esfuerzo. Valoraba mucho nuestra capacidad de crítica en los dos primeros cursos de Magisterio (5º y 6º).

-No trato de que sepáis muchas obras y autores de memoria –nos decía-, sino de que conozcáis su pensamiento y la influencia que tuvieron en otros intelectuales. Pretendo que conozcáis el existencialismo de la novela de Nietzsche (Así habló Zaratustra), de Camus (La peste) y de Beckett (Esperando a Godot), el teatro del absurdo de Ionesco (Las sillas) y la novela de Kafka (La metamorfosis), elegiremos a Sófocles (Antígona) como referente del teatro clásico y en poesía a Antonio Machado de la generación del 98.
-¿Sólo eso? –preguntó un compañero.
-Quizás más adelante no te parezca poco. Quiero que aprendáis a pensar con sentido crítico. Mis alumnos pueden discutirme cuando no estén de acuerdo y manifestar libremente su opinión. Y para eso hay que leer. La biblioteca del Colegio os espera. Las obras que os he citado están allí repetidas.
-¿Y el Siglo de Oro?
-Doy por hecho que ya lo estudiasteis en cuarto de bachiller.
Así fue. Tuvimos que aprender de memoria un acervo de obras de las que leíamos algunos párrafos en clase. Un sistema memorístico pensado para personas como mi compañero J. T., que tenía una memoria prodigiosa, pero nulo razonamiento matemático. Le explicábamos el desarrollo de los problemas de las lecciones que entraban en cada examen trimestral, pero era imposible. Así que elegía al azar unos cuantos ejercicios, los aprendía de memoria y luego los desarrollaba si salían en el examen. Las matemáticas fueron un tormento para él. Pasados los años nos vimos en el encuentro del veinticinco aniversario de final de estudios y me quedé perplejo al saber que trabajaba en un banco. Ver para creer.
“Esperando a Godot” me obligó a reflexionar sobre la trascendencia, a dudar de la verdad impuesta por el dogma católico y a sacar mis propias conclusiones, que exponía en clase sin que sintiera necesidad de huir del miedo. El tartamudeo, poco a poco iba siendo agua pasada. Pensaba que igual que al personaje de la obra, también yo esperaría a Godot inútilmente. A pesar de buscarlo todos los días en la comunión, muchas veces me sentí desamparado.
¡Cuánta confianza me transmitía Julio Artillo! ¿Por qué los demás profesores no enseñaban como él? El exceso de autoritarismo emanaba del propio sistema franquista. Algunos autores me hacían ver que muchos de ellos tenían problemas psicológicos, como yo. Y los superaron. Me impactó la frase de Albert Camus: “En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible”. Ese verano también estaba dentro de mí.


4 opiniones en “Esperando a Godot”

  1. Gracias, Diego, por un artículo tan recto y tan bello. No llegué a conocer al P. Artillo; a los de mi curso nos dio clase de Literatura D. Jesús y luego el P. Lara Palma, un profesor que, por lo que nos cuentas, era la antítesis del P. Artillo. Un abrazo.

    1. Alfredo, también el P. Lara colgó la sotana. Lo vi por Málaga alguna vez. Te agradezco los elogios a mi breve artículo sobre Artillo. También yo disfruto con los tuyos. Un abrazo.

  2. Espléndido e ilustrativo tu artículo, Diego, como todos los que escribes. ¡Enhorabuena!
    Los de mi curso no tuvimos tu suerte, pues el Padre Artillo nos dio solamente el primer trimestre de Lengua y Literatura, en primero de magisterio, y no aprendimos casi nada, a pesar de haber comprado un tocho impresionante…
    Coincido contigo en que era muy simpático y con don de gentes.
    No sé si es que ya tenía el ojo puesto en la política, pues tiempo después, quiero recordar, sería portavoz del primer gobierno socialista autonómico andaluz…
    DEP

    1. Fernando, ciertamente fue una faena haceros comprar ese tocho de libro. Julio Artillo era una persona con gran sentido de la ética. Algo debió ocurrir. Entonces no tenía puesto el ojo en la política, lo tenía en otra dirección muy distinta. La política llegó después por una inesperada llamada telefónica. En mi próximo artículo descubrirás algunas respuestas a estas cuestiones.
      Gracias por tus palabras de elogio. Todos aportamos algo de las muchas experiencias que vivimos en aquella isla de hospitalidad (Tangui) en que vivimos.

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