ES QUE ME MONDO…

Es que me mondo… Contemplar la pamplina y la inconsistencia de una buena parte de la izquierda nacional es que me admira. No habría podido concebir tal cantidad de majaderías emitidas o proyectadas por sus dirigentes y ¡oiga!, todas propuestas en serio.

Parece como que la escuela sudaca, vía chavismo o no, tan excesiva, retórica, dariniana (de Rubén Darío) y a la postre vacía tenga por acá alumnos aventajados; ¿será también porque algunos dirigentes actuales de la izquierda en España tuvieron orígenes sudamericanos? También pudiera ser rémora del maoísmo más furioso, que sin embargo y bajo los parámetros tradicionales de la cultura oriental, ponía poéticos y sonoros nombres hasta a lo más horrendo de su acción político-cultural (claro, Mao también era poeta).

Palabras y conceptos lanzados al viento de forma sonora, retumbante, reiterativa y llenos de imágenes poéticas (o así se pretenden) tal que los pariera la parienta poetisa del mandatario nicaragüense. Imágenes lindas para adornar realidades dolorosas. O simplemente porque sí.

Cierto, Orwell, tan ahora citado, ya nos aleccionó del uso espureo y tergiversado de la palabra, de las palabras que no vienen a indicar la realidad de sus significados sino el horror de su significante. Y lo decía como método necesario para mantener una sociedad totalitaria.

Algunos dirigentes de la izquierda con mando en plaza (o sea, con alguna oportunidad de mandar sobre los demás) dando cambio de nombre a ciertos lugares públicos se atreven a emitir verdaderas cursiladas impropias de cierta seriedad de espíritu, y cuanto más cursis más largos los nombres adjudicados… ¡con lo bien que, por ejemplo y como cosa de antaño, se hacía denominando a una calle, Calle del Pez (véase callejero castizo de Madrid)!

Se puede nombrar una calle como Calle Solidaridad (concepto caro a la izquierda) pero ¿me va a poner usted por ejemplo a un parque, Parque del Supremo Conocimiento?…

La derecha en general para esto de los nombres de lugares públicos ha sido siempre más ramplona, es verdad. Pero como en cuanto hay un cambio político se va al cambio del callejero me da que faltan nombres para cubrirlo (salvo los odiados) y así que se van en inspiraciones poéticas.

Pasaré por alto el manido tema de la utilización del  llamado “lenguaje inclusivo” como forma de amoldar pensamientos, adoctrinar conciencias, sobre todo por su superficialidad y artificiosidad. Los siglos se van conociendo por sus lenguajes, espero este en el que andamos no lo sea por lo que acá indico.

Un amigo, muy en la línea izquierdista, se escandalizaba no obstante de la manía que los dirigentes más chillones tienen últimamente con el tema monárquico. Y cierto que la cosa tiene migas, dado que es la misma casa real la que está tirando piedras a su propio tejado (y además con mucho daño). Salvo en los conservadores monárquicos a ultranza (y sus conceptos reverenciales sobre el tema) no hay demasiado entusiasmo en la defensa del mismo. ¿Pero es el momento oportuno de forzar un cambio drástico en el ordenamiento constitucional?… Y con ese cambio todo lo demás, se supone; ¿estaríamos preparados para ello?

Teme mi amigo que se iría otra vez al cambio de símbolos, enseñas y demás identificatorios de nuestro País (sí, esto que todavía es España). Ruptura y disgregación. ¿No entiende esta izquierda retórico-poética, quimérica, que ello no podría llevar a nada bueno (y también malo para la propia izquierda)? Y lo focaliza en la guerra en torno a la bandera, al patriotismo, a las manifestaciones a destiempo u ocultaciones de los mismos cuasi vergonzantes.

Escribí sobre la bandera o las banderas y demás. Si entramos en lo de los himnos se ve la poca entidad de los mismos. El actual, o Marcha Real, es una tonada regalo al monarca de su colega centroeuropeo en el siglo XVIII y utilizado inicialmente como “marcha de granaderos”; la costumbre hizo fuese adoptado en los actos de Palacio como oficial y así pasó al del Estado. Como se ve, nada con tradición ni leyenda ¡si hasta carece de letra!

Pues de una letra en condiciones carece también lo que se viene en llamar “Himno de la República”, que no es más que una tonadilla repetitiva y vulgar, nacida del vulgo como alegre imposición al absolutismo de Fernando VII y denominado en principio “Himno de Riego” en recuerdo del sublevado (y luego ejecutado) militar liberal. No vale nada como símbolo, menos de España entera.

La bandera nacional (ahora la bicolor roja y amarilla) es otra invención casual y adopción por la fuerza. Que en el XVIII la adoptara la marina española como forma de identificación de pabellones (pues los anteriores colores se podían confundir en la distancia con el inglés, ojo no la Unión Jack) pero no se hiciese “nacional” hasta mediados en XIX porque los enemigos de la monarquía liberal (carlistas) utilizaban la propia del ejército, la blanca de la Cruz de San Andrés. Recuerden a Mariana Pineda. Ya en la Primera (y breve) República se intentó cambiar la bicolor por la tricolor, pero con buen criterio no prosperó el tema. ¿Por qué buen criterio?, porque se consideró que la bandera roja y amarilla ya era identificativa de España en el extranjero y también de todos los españoles. La llegada de la Segunda República pretendió eliminar todo supuesto rastro de lo considerado monárquico y sus símbolos, himno, bandera y escudo (este menos, que solo se modificó superficialmente).

Tanto banderas como himnos en apariencia están enfrentados y se excluyen mutuamente. Así que cambiado el régimen cambiados los símbolos. No se tiene en cuenta el verdadero valor simbólico que hayan podido adquirir en amplias áreas, simbólico e identificativo; recuerdo películas extranjeras que recreaban gestas españolas de antaño y en las mismas la bandera que se mostraba era la roja y amarilla aunque francamente fuese una ucronía (¿en tiempos de Felipe II, es un suponer, sus barcos ya la llevaban?, imposible). Hoy día nuestra derecha y ultramontanos se abrazan a la “nacional” como si fuese exclusivamente suya, falsedad que la izquierda y ultraizquierda les permite en la creencia de que la “tricolor” podrá ser impuesta como reacción y recambio. O sea, buscar el enfrentamiento de una parte con otra, la exclusión.

No vale mucho el himno de granaderos pero es universalmente conocido, menos vale todavía el de Riego. La bandera rojigualda (me he resistido a escribirlo) nos representa en todos los sitios y así debería seguir siéndolo, la tricolor no es más que un mal invento.

Creo de veras que un cambio en ciertas actitudes y mentalidades en la izquierda nacional les facilitaría muy mucho el acceso y el mantenimiento en el poder y con ello la posibilidad de lograr los verdaderos cambios que nuestra España, de todos, necesita.

 

 

 

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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