VERDADES Y MENTIRAS

VERDADES Y MENTIRAS

Mariano Valcárcel González

“Yo soy la Verdad y la Vida. Quien cree en mí vivirá eternamente”… “La Verdad os hará libres”… Verdad más que eso, verdad como creencia y como fe. Verdad indiscutible.

La Verdad como virtud práctica opuesta totalmente a la mentira. Así de sencillo parece ser. O la una o la otra, sin transición ni medias tintas. Porque la Verdad, insisto y por su misma virtualidad, es indiscutible. ¿Pero esto es así?…

De otra forma formulado, ¿existe la Verdad?

¿Hay una única verdad o muchas y diferentes verdades?… Siendo lo primero efectivamente sería incontrovertible, irrefutable, la referencia única, el camino que se debe transitar, acatar su principio y su fin. Y no desviarse bajo pena. Así sería pues el sentido de las frases iniciales de este escrito. Verdad revelada por una sabiduría superior. Revelada a los elegidos o a sus intérpretes, intermediarios en el entendimiento del mensaje verdadero.

Pero para ti y para mí que parece ser que existen demasiadas verdades con esas pretensiones de exclusividad. Y todas y cada una de ellas se declaran verdades verdaderas. Con lo que si fuesen así  en buena lógica mi verdad excluye a las demás. Y por otra parte hay demasiadas verdades supuestamente reveladas que se contradicen palmariamente, incluso dentro de las mismas creencias. Hay confusión de verdades como la hubo de lenguas tras Babel.

Vuelvo a la pregunta fundamental: ¿existe la Verdad como tal?… Todo es según el cristal con el que se mira, nos dice la sabiduría popular. O sea, puede que existan tantas verdades como personas, pues cada una es poseedora de su propio raciocinio, del sesgo que este tome, de las informaciones que reciba y procese, de la predisposición a aceptar las de otros… Puede que en realidad la Verdad no exista, me refiero a la absoluta. Viviríamos pues en un complejo mundo de verdades parciales, verdades minúsculas o intrascendentes, apariencias de verdades, meras coberturas para enmascarar incluso las mentiras.

Porque, es curioso, las mentiras existen. En cuanto hay ánimo de engañar hay mentira. Sí, sí, puede ser una mentira muy gorda o un enjambre de mentirijillas apenas importantes. Alguien se acogió a la llamada “mentira piadosa”, que es mentira siempre pero lanzada como medio de evitar un mal mayor (o eso pretende el piadoso mentiroso) pero que a veces es peor que el haber descubierto la oculta verdad. Han hecho mucho daño las mentiras piadosas.

Están también las mentiras en interés del Estado. El Estado, vía sus gobernantes, pretende defenderse mediante la ocultación y la mentira de posibles males (por ello tiene organismos específicos, secretos); ocultar no es mentir, en efecto, pues mentir es un acto ejecutado mientras ocultar es escamotear hechos o datos al conocimiento público sin cambiarlos o tergiversarlos. Pero como se dice que la verdad siempre sale a  la superficie se prefiere fabricar una aparente verdad alternativa y contraria a la original, o sea mentir descaradamente y con aplomo.

Y las mentiras en interés de grupos de presión (o de desinformación), grupos que se mueven mejor desorientando con sus mentiras la opinión pública a formar o formada ya a su conveniencia. Los hay de todas clases, políticos, económicos, culturales, sociales, religiosos… Mienten con sistema, perfectamente diseñadas sus mentiras o sus campañas mentirosas. Son toda una industria, con estructuras, equipos directivos, metas y fines concretos, financiación inclusive. Echan la carne en el asador de la mentira esperando cumplido banquete.

Estamos en el tiempo de las mentiras y ya no nos creemos nada (que es al fin y al cabo una de las metas pretendidas). Nos dejan tan desorientados que se nos termina importando un higo lo que a veces tiene fundamentos de verdad. Claro, de una verdad variable y cambiante según y quienes la emitan (unos o sus contrarios). Porque llueven datos y datos a cual más contradictorio sobre los mismos temas tal que al final no entendemos nada (otra finalidad alcanzada). Sembrar la incredulidad y el caos informativo es beneficioso para algunos.

Existen los mentirosos compulsivos, que ya no lo pueden remediar, mienten por defecto y automáticamente. Terminan siendo descubiertos y pierden toda credibilidad. No son de fiar. Tampoco quienes hacen de la mentira un arte, estafadores profesionales. Peligrosos. Peligrosos con ellos mismos principalmente son los que se creen sus propias mentiras. Crean un universo de falsas verdades tan falsas que en cuanto se les desmoronan (o se les descubren) pueden ser abismos de inestabilidad emocional; puede que como solución se inventen otras pues no pueden vivir sin su imaginario, mucho más complaciente que la cruel realidad.

La ciencia vive de la duda en lo conocido, de la cuestionabilidad de la verdad imperante. La búsqueda incesante de otra verdad que reemplace a la vigente. Si no se hace así no se avanza. Por lo tanto en la ciencia no existen las verdades absolutas, cada día, cada época nos puede descubrir otras (o la evolución de las mismas). El mundo científico tiene muchas verdades incompletas o demostradas luego como falsas. Luego volvemos a entender que existen muchas verdades.

¿Y quienes no quieren admitir la verdad?, la que sea, la que es evidente, la que le rodea… La que afecta a otros e incluso a ellos mismos. Esos que esconden la cabeza en el agujero con tal de no admitirla, esperando que la tal desaparezca de sus vidas. Y es que hay verdades que dan miedo; tal vez eso de que admitirla nos hará libres.

En fin, amigos, decía Platón aquello del mundo de las ideas y no de las realidades (las sombras de la caverna), la imaginación como fuente de verdad. Eso es peligroso. Cuestionar hasta lo que nos rodea, vemos, sentimos, palpamos, nos lleva a la locura. Más si lo que creemos verdad imperativa no lo es, como esas personas que creen “oír voces” y llevan a cabo su mandato, casi siempre terrible (¿cuántos casos así se dieron y fueron considerados como de orígenes divinos?). Verdad e imaginación a veces se confunden, confundiendo lo imaginado con lo real. Alucinaciones. Estas alucinaciones inducidas pueden llevar al desastre (como se ha visto en los sucesos de USA).

Se dice y se da valor a la persona considerada veraz. Confianza. Cabal y justa. Entonces… ¿por qué se le está dando hoy día tanta credibilidad a quienes no la debieran tener? ¿Por qué proliferan e incluso triunfan en apariencia los manifiestamente mentirosos? ¿Es que los valores atribuidos a los veraces ya no se tienen en cuenta, se desechan como inútiles?

Tal vez los que creemos en la verdad honesta (aunque a veces estemos equivocados) no pertenezcamos ya a este mundo.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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