Una “mijita” de gracia torera, y 4

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

IV. UN ÁNGEL A CABALLO. “LA PRESIDENTA”.

Repican de alegría las campanas de La Giralda, los principales ganaderos andaluces están de fiesta y han puesto en la “shiquiya” su confianza. «Tengo fuerzas, tengo ganas, estoy ilusionada y animada», dijo la niña, y el graderío se vino abajo. Susana Díaz, una rejoneadora graciosa y guapetona, rubia como las candelas, y con ojos de jaca jerezana. Con un gesto valiente y torero, ha dejado el mantón de Manila en el respaldo del palco presidencial, y se ha puesto a hablar como la reina del albero, criticando a los maletillas y elogiando la laborde “El Asturiano”.

Una vez más, volvió a dar una lección de toreo a caballo, y causó una grata impresión en una tarde de compromiso para la amazona sevillana. Sus palabras fueron calurosamente acogidas por los barones del toreo, en especial por Abel Caballero, el alcalde de Vigo, que muy atento, contemplaba la faena desde el callejón.

Inició la faena con un vistoso par de banderillas, al violín, esbozando los puntos del programa que su partido piensa poner en práctica en el futuro, y con unos requiebros para los catalanes, insistiendo en que se impone un mejor entendimiento para con ellos. Una atronadora ovación hizo que la presidenta se viniera arriba y abriera el tarro de sus esencias toreras. Nos explicó cómo afrontar el problema del cambio climático, la precariedad laboral y cómo dar respuesta a la revolución robótica que se avecina. ¡Que Dios la ayude!

No lo hizo oficial, pero dejó bastante claro que el día veintiséis de los corrientes entrará al toro, por lo derecho, para lograr una faena de gran pureza, y acabar clavando con ajuste los rejones. Nadie duda de que, pronto, la tendremos en las mejores plazas, cabalgando de costado, con un toreo valiente y expresivo, y cortando las orejas de sus enemigos como en sus mejores tardes.

“Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra…” cantaba Cecilia, aquella niña de los ojos tristes. “Prefiero una España roja, a una España rota”, gritaba don José Calvo Sotelo en el Parlamento, poco antes de que el odio y el fanatismo acabaran con su vida. Está más claro que el agua, y lo ve todo aquel que no quiera ponerse una venda en los ojos, que los separatismos aprovechan cualquier situación de debilidad nacional en su intento de acabar con la unidad de España.

Sería de desear que las ansias por llegar a la Moncloa y el interés de gobernar no permitan que España se rompa en mil pedazos. Ni Cataluña, ni Barcelona valen una misa; que, más que misa, sería un funeral.

roan82@gmail.com

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