Sin remedio

Por Mariano Valcárcel González.

Mi cortedad de miras y entendederas no me permite comprender ciertas cosas que parecen ya de común dominio y de aceptación general o, al menos, de ser dadas y ocurridas, y pasarles por encima una pesada losa de conformidad.

Porque hemos dado por admitidos los chanchullos, las trampas, las falsificaciones, la violación por sistema de las normas… Que todo funcione, pero bajo reglas que no son las escritas, sino las subyacentes, las sobreentendidas, las que entienden muy claramente que las leyes están para violarlas y obrar en consecuencia.

Me siento (creo que como millones de españoles) el idiota que se preocupa de no trasgredir las normas, incluso sintiéndome mal personalmente por pensarlo, y no solo porque me puede caer una sanción, cuando constato que las violan quienes están más obligados a cumplir, hacer cumplir y guardarlas, máxime cuando son ellos mismos quienes las promulgan. Pero es tal la podredumbre arrastrada, tal la miseria moral y la falta de ética que se creó, acumuló, que forma una capa espesa de ocultamiento y fingimiento de la realidad, criminalizándose no al que incurre en delito, sino al que se atreve a denunciarlo.

El caso destapado hace meses (entre tantos) del Tribunal de Cuentas es sintomático. Nos debería poner la cara llena de vergüenza; nos debería ser transparente, en cuanto a lo que el fondo del caso significa, en el libro abierto de la podredumbre que nos muestra. Leerla y saber no solo leerlo, sino también interpretarlo y obrar en consecuencia. Porque no solo nos muestra las prácticas nepotistas y corruptas ahí practicadas, sino también la razón real de la ineficacia en su funcionamiento, su consentida ineficiencia, que le va muy bien a los que deberían controlar (principalmente gobiernos y partidos políticos) y no se les controla ni se les destapan los chanchullos que ya tienen como práctica normalizada.

¿Cómo va a controlar algo este tribunal, que funciona al ralentí? Y, cuando lo hace, ¿cómo va a tener efecto y virtualidad ese supuesto control, si pasó un lustro desde que se produjo el desafuero…? A nadie será difícil pensar que esto así no puede tener efecto alguno y que la situación así establecida beneficia mucho al sistema corrupto. Montado el tinglado con todo detalle. Miembros que no son técnicos, cooptados o designados por los que deben ser fiscalizados, ¿cómo van ni siquiera a amagar con hacerlo? Serían, de inmediato, de una forma u otra, descabalgados del sillón (y de sus suculentos sueldos).

El tribunal debería ser muy técnico, eficiente y rápido (lo que se le pide también a otros tribunales, sin duda). Miembros totalmente profesionales (técnicos superiores como mínimo), asegurando que su independencia no se vea comprometida. Técnicos también entre la plantilla de funcionarios que deben auxiliarles, formar expedientes, recabar datos y cruzarlos con otras administraciones. Técnicos titulados de alta cualificación, ingresados por oposición externa (no preparada por los del mismo organismo; y si, cuando esto escribo, deciden que sea así, admiten lo que yo denuncio). Hasta el auxiliar administrativo más humilde y necesario ha de ingresar de dicha forma.

¿Eso es lo que se ha descubierto? ¡Nanay…! Todo muy sombrío, muy cutre, todo a merced del chanchulleo y del mercadeo de los unos con los otros; todo en un toma y daca, y yo meto a tres de mi familia en puestos relevantes (aunque en realidad no tengan ni pajolera idea ni cualificación), porque tú ya has metido a diez de los tuyos en otros puestos más inferiores… Todo quedaba en familia, en esa gran familia de enchufados y enchufadores que es más fuerte incluso que las afinidades políticas o sindicales. La fuerza de las familias… ¿Les huele o no a mafia? Si de cien realmente eficaces y entendidos o titulados solo son veinte a lo sumo (y no incluyo a los numerarios del tribunal), ¿cómo pretenden que funcione? (Ni se pretende ni ello se espera). Se comenta que en la Universidad Juan Carlos I la situación es semejante.

Se exponen ahora algunas de estas miserias, se conocen, hacemos ‑como que nos escandalizamos‑ una comisión en el Congreso para oír las explicaciones inexplicables, que se aceptan y santas pascuas; porque también se aceptan, ahora, las falsas promesas de que van a cambiar, a mejorar, incluso, lo inaudito, admitir un control externo, ¡control al controlador…! Pero ni siquiera insinuada está una petición de dimisiones, orden perentoria de presentarlas; que acá nadie dimite, nadie deja el cargazo, el cargo o el carguillo. Nadie. Todo fue, dicen sin taparse la cara, legal, ajustado a derecho.

Ciertos técnicos del Banco de España emiten un informe pericial particular (al juez correspondiente), que en absoluto se les habría permitido si lo hubiesen hecho como altos técnicos de dicho banco. ¿Se entiende lo que pasa, pues, en esos organismos oficiales bien intervenidos por el Gobierno (de turno)? Los abogados del Estado no se presentan (porque no se les autoriza ni se les manda) en causas que no interesan al Poder. Es otro ejemplo.

Lo anterior está compuesto de hechos gravísimos. Pero quedarán sin consecuencias, diluidos, anulados, inexistentes. Y a otra cosa. Este es el estado grave, comatoso, que indican todos los síntomas. Pero siguen los que pretenden que la epidemia no existe. Hasta que ya no haya más remedio.

Hay muchos más organismos e instituciones que no sirven para nada, que son cementerios de elefantes, comederos de la mamandurria oficial (no únicamente los que siempre denuncian la excelsa Aguirre y Gil de Biedma y sus acólitos). ¡Ya está bien: todos a sus casas! (Y cuánto dinero nos ahorraríamos con esto). Ahora nos bombardean con lo de las “tarjetas negras” de Caja Madrid y Bankia y se hacen muchos aspavientos y se producen hasta algunas dimisiones (o se obligan), pero es que era cosa permitida, admitida y practicada, incluso por quienes tenían o tuvieron responsabilidades de gobierno (secretarios de estado en Hacienda).

Pero no tenemos remedio. Volveremos a dicha rutina tan productiva.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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