TANTEOS
Categoría: «Tanteos» 1.ª época
Textos escritos en 1960, cuando el espíritu de sus autores estaba en la edad adolescente.
Número 3. Enero de 1961
Número 2. Diciembre de 1960
TANTEOS
Noche de reyes
Es noche, noche de Reyes,
noche sin luna ni estrellas.
En las testas infantiles
hierven hermosas quimeras.
Los bucles del niño caen
por callejones y aceras.
Los niños sueñan con Magos
y caballos de madera,
con camellos del Oriente,
con desiertos y palmeras:
coches, muñecos, juguetes
junto al balcón ¡cómo esperan!
No sé qué tiene esta noche
mustia, callada, serena;
la noche, noche de Reyes,
noche sin luna ni estrellas…
noche sin luna ni estrellas.
En las testas infantiles
hierven hermosas quimeras.
Los bucles del niño caen
por callejones y aceras.
Los niños sueñan con Magos
y caballos de madera,
con camellos del Oriente,
con desiertos y palmeras:
coches, muñecos, juguetes
junto al balcón ¡cómo esperan!
No sé qué tiene esta noche
mustia, callada, serena;
la noche, noche de Reyes,
noche sin luna ni estrellas…
Rafael Blanco Peñalver.
4.º Curso.
4.º Curso.
Número 1. Noviembre de 1960
TANTEOS
Psalmos a la Virgen niña
¡Bella Myriam!
Un día floreciste en el tiempo:
se estremeció el agua del aljibe.
El Señor
te cubrió bajo su palma
y te remansó en el seno de Ana,
sin mácula, toda blanca,
como la vedija esponjosa de cordero lechal…
El pálido amanecer
tuvo envidia de tanto blancor.
Más tarde fuiste niña;
los bucles de tus cabellos
se posaban en tus hombros con suavidad de paloma.
Contemplabas silente el atardecer nazaretano
mientras diluías el corazón en psalmos…
¡Toda pura! ¡Toda hermosa y grácil
como tallo de palmera,
limpia y azul de adolescencia!
Hoy estás entre nosotros con celestial
figura de pequeña.
Queremos dialogar en voz
íntima contigo…
Muéstranos, siempre,
el camino de tus brazos.
Enciende entre nosotros
los luceros de tus ojos misericordiosos,
y enséñanos el Amor…
Un día floreciste en el tiempo:
se estremeció el agua del aljibe.
El Señor
te cubrió bajo su palma
y te remansó en el seno de Ana,
sin mácula, toda blanca,
como la vedija esponjosa de cordero lechal…
El pálido amanecer
tuvo envidia de tanto blancor.
Más tarde fuiste niña;
los bucles de tus cabellos
se posaban en tus hombros con suavidad de paloma.
Contemplabas silente el atardecer nazaretano
mientras diluías el corazón en psalmos…
¡Toda pura! ¡Toda hermosa y grácil
como tallo de palmera,
limpia y azul de adolescencia!
Hoy estás entre nosotros con celestial
figura de pequeña.
Queremos dialogar en voz
íntima contigo…
Muéstranos, siempre,
el camino de tus brazos.
Enciende entre nosotros
los luceros de tus ojos misericordiosos,
y enséñanos el Amor…
Rafael Blanco Peñalver.
4.º Curso.
4.º Curso.