Algo he escrito de cómo me hubiera gustado haber hecho la vida. Hoy voy a comentar cómo me complacería acabarla.
Sé que mis deseos en nada van a alterar el día y el modo en que las Parcas[1] tengan dispuesto tijeretear el hilo de mi vida. Desbocado mi mal, ni mi otrora acendrada devoción a San José me augura un sosegado remate. Antecedentes recuerdo yo del arriscado final de colegas patológicos. Que, muchos años antes que yo, hicieron esos destinos. Cuando, categórico y gratuito descartaba yo para mí esas humillantes enfermedades.