Mis últimos deseos

Algo he escrito de cómo me hubiera gustado haber hecho la vida. Hoy voy a comentar cómo me complacería acabarla.
Sé que mis deseos en nada van a alterar el día y el modo en que las Parcas[1] tengan dispuesto tijeretear el hilo de mi vida. Desbocado mi mal, ni mi otrora acendrada devoción a San José me augura un sosegado remate. Antecedentes recuerdo yo del arriscado final de colegas patológicos. Que, muchos años antes que yo, hicieron esos destinos. Cuando, categórico y gratuito descartaba yo para mí esas humillantes enfermedades.

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Bello soñar

¡Qué bello soñar cuando los sueños son bellos…!
Recurrente, sugestivo como una tentación he disfrutado este sueño en mi vida… Y fiel como la sombra me está siguiendo hasta el final. Siempre envuelto en la misma gloriosa tarabilla[1]:
«Cuando siembro voy contando
porque pienso que al cantar…”.
Tal vez porque desde niño vi a muchos campesinos de mi pueblo sembrando a voleo… Garbosa, rítmica y gentil, su silueta recortada en el azul otoñal de la Meseta se me grabó indeleble.

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La primavera ha venido

Hoy, veintiuno de marzo del año 2005, es primavera. Pronto, muy niño yo, lo asumí como día festivo. En la brava meseta norteña, primavera suele llegar rezagada. Aun así, el césped, eras y praderías se estrellaban de margaritas irreprimibles. Y hasta algún aroma breve de violetas nos regalaba la brisa. Diligente yo, merodeaba vivares… En ellos siempre encontré grillos tempranos. Nada me importaba su desnudez. En mis cajas y grilleras pronto les llegarían élitros musicales. Y serían auténticos heraldos de la primavera.
Creo lo escribí para Tanteos… Que era ya un cuarentón. Bien verdecido aún.

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El trasatlántico de la vida

Una balsita, pequeña, insegura. Así me sentía yo amarrado por unas cuerdas vacilantes… Tan livianos eran los cordeles que los oía crujir. Aun así, tras tanto tiempo esperándolo, mecostaba aceptar que un poco de oleaje… unos días más… romperían definitivamente la atadura que me ligaba al gran, mágico trasatlántico de la vida.
No se dejó esperar… Un día, las medicinas perdieron efectividad… Y como un cóndor, el PSA remontó el vuelo y se nos perdió entre las nubes.

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