Cuento real

24-02-2007.
(Parece “contradictivo” el título, ¿no?)
 
Este año quiero contaros un caso que recuerdo de mi infancia.
En aquellos años, hace ya miles, como no teníamos ordenatas ni vídeo‑consolas, ni internet (sólo internado), ni edad para presumir ante las muchachas, ni dinero ni para siquiera comprarnos el lápiz de la escuela, pues eso, que uno de nuestros juegos preferidos era el de luchar en “el campo de batalla” con nuestras espadas que nosotros nos fabricábamos con una rama de olivo o el marco de una ventana vieja y los escudos de cartón que nos dejaba José María “el Pandereta”.

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Volver una vez más

Ayer mismo hablé con mi hijo Diego sobre la importancia que tiene para mí volver, una vez más, a Úbeda. Le sorprendía tanta ilusión por un viaje habitual para nosotros, ya que varias veces al año nos damos una vuelta por Bedmar y Linares.
‑Fueron aquellos años de una intensidad irrepetible‑, le dije‑. A todos los que volvemos nos marcó el modelo educativo en el que crecimos. Compartimos miedos, éxitos, fracasos, despedidas dolorosas de amigos expulsados, balsámicos confesionarios de imaginarios pecados, estudios nocturnos en las gélidas noches de invierno, alarmantes noticias de misiles en Cuba, soledad, silencio, filas, disciplina, Rosario la cortijera un domingo a las siete de la tarde, misas, meditaciones, chatos con papas bravas al anochecer, Dos mujeres o Esplendor en la hierba, sotana en la puerta del Ideal Cinema, que más bien parecía la Gestapo; tardes de primavera, amaneceres marianos, sueños de libertad…

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Taylor

07-07-06.
Los ojos más azules, el pelo más rubio, las ocurrencias más atrevidas. Así es Taylor, el nuevo fichaje de nuestro colegio para su variopinta e internacional cantera. Venía del Reino Unido y no necesitó plan de integración, ni de adaptación, ni de modificación de conducta… porque para él todo debía funcionar al revés: los demás somos quienes debemos adaptarnos a su peculiar forma de interpretar la vida, incluidos métodos y pautas de conducta. Yo era tutor de 2.º y el destino me unió a Taylor durante el curso 2004‑05.
‑¡Hombre! –me dije‑, ¡un hijo de la Gran Bretaña en mi clase!

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Safistas y sofistas

Dijeron que iba a llover y sobró la luz; la luz y el aire limpio, el aire y el abrazo fuerte, el abrazo y el beso entre hombres, hombres hermanos, curtidos en muchos otoños con memoria de esplendentes primaveras.
Amanecía temprano, amanecía con desasosiegos de encuentros por los Cerros de Úbeda. Andaban en silencio contenido los campos de deporte de la Safa y los mármoles del atrio que antesala la Escuela de Maestros tiritaban de recuerdos.
Dejé el coche junto al viejo calvario de la familia Castillo. Quería entrar por la verja de “Fernando hijo mío”, a pie, con mi hijo mayor y mi Carmela de siempre. Tenía que apostar fuerte, demostrar con hechos, que allí, bajo los relieves de la Iglesia de Cristo Rey, los que estábamos convocados al reencuentro, no lo hacíamos para una “quedada”, ni para unas “bodas de oro”, ni para “una asamblea de maestros”, que a lo que allí fuimos tuvo un mágico motivo: confirmarnos y afirmarnos como hermanos que fuimos y en fraternidad permanecemos.

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Ya estoy en el paraíso

31-08-06.
Hoy he leído en un periódico que un constructor de cayucos decía que nunca se subiría en una de sus embarcaciones. Nadie mejor que él sabía la seguridad que ofrecía el medio de transporte que fabricaba para atender la demanda de los nuevos ricos de aquellas latitudes: las mafias. También he leído que los que consiguen llegar ‑este año van más de tres mil muertos en el mar y dieciocho mil llegados a puerto‑ son repartidos por diferentes ciudades españolas con un bocadillo y un papel en el que figura la dirección de una ONG.
Hoy, una vez más, me he cruzado con ellos por la calle Larios de Málaga. Su delgadez, camiseta limpia, pantalón pirata y tenis baratos de estreno delatan la inmediatez de su llegada. ¡Por fin, en el paraíso! Coches con dibujo en los neumáticos y apenas humo por los tubos de escape, muchos coches, tiendas, atractivos escaparates, restaurantes, calles asfaltadas, aceras, parques, autobuses nuevos, gente deambulando de un lado para otro… Los he visto mirar a todas partes. Ojos de asombro y de miedo a lo desconocido. ¿Y ahora qué?

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«El Mesías» de Haendel

Haendel no sólo fue un gran compositor, sino también un vivo hombre de negocios que se adaptaba a los gustos y apetencias de los públicos. Tras unos años de idas y venidas a Londres, se estableció definitivamente en la capital británica en 1717 donde triunfaron sus óperas de estilo italiano. Todo fue bien hasta que por los años 30 los públicos londinenses se cansaron de las pomposas elaboraciones dramáticas y los ridículos argumentos italianizantes. Fue entonces cuando el músico derivó definitivamente a escribir oratorios (Débora, Israel en Egipto, Saúl…), basados en textos del Antiguo Testamento con los que estaban familiarizados los británicos, y que se consideraban apropiados para el tiempo de Cuaresma. La nueva forma dramática podía ser rentable, pues se aminoraban los gastos escénicos y se daba entrada a solistas y coros locales con el consiguiente ahorro de los costosos contratos de los cantantes italianos.

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Asamblea 2003: Cronicón impertinente

(Traemos a la actualidad el primer escrito de Jesús Ferrer Criado, un romance lleno de guasa y empatía, una narración a modo de «cuentacuentos» de lo acaecido en la Asamblea fundacional de 2003. Escritos así son siempre bienvenidos, y confiamos en que proliferen en esta nueva etapa)

I

Por fin llegó el gran día,
por fin la hora es llegada.
Aquí, confluyen caminos,
aquí, en esta explanada,
ante un Cristo Rey de piedra
que, desde su alta fachada,
contempla la escudería
de coches caros, de “haigas”,
que, los otrora zagales
de modesta indumentaria,
“calzan” ahora, ya viejos,
las testas mondas o blancas,
y las lisas barriguillas
de nuestra común infancia,
por bodas y por bautizos,
hechas ya lustrosas panzas.
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Asamblea de 2003: Una gran alegría

(De nuevo traemos a la actualidad un escrito de una de las fundadoras, María del Carmen Ruiz Ara, presentado a la Asamblea de 2003, para refrescarnos la memoria y animarnos a recuperar el empuje originario…)

Por María del Carmen Ruiz Ara

Cuando me invitaron a decir unas palabras en este acto, sentí una gran alegría. Alegría que se ha incrementado al encontrarme hoy inmersa entre vosotros, en este ambiente distendido y de franca camaradería.

Me gusta mucho la idea de crear una Asociación de Antiguos Alumnos de Magisterio Safa. Y me gusta, porque creo que las asociaciones son necesarias en esta sociedad llena de técnica que estamos viviendo en el siglo XXI; una sociedad en la que sobra al parecer de todo, pero en la que también faltan muchas cosas: diálogo, comprensión, tiempo para cederlo a los demás, e ilusión; y, es precisamente la ilusión, la que debe de presidir todos nuestros actos, convirtiéndose en el motor que rige nuestra existencia.

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