Disyuntiva

Por Mariano Valcárcel González.

Escribo la misma mañana del 10 de noviembre, día de elecciones generales por enésima vez en una mínima fracción de tiempo.

No sé qué es lo que depararán las urnas al final de la jornada; no sé si al final habrá ciertas sorpresas en los resultados, pero me temo; me he venido temiendo todo este tiempo, que el resultado general sea más bien decepcionante por la evidencia de la existencia de dos bloques político-ideológicos antagónicos y enfrentados que queden en equilibrio y no se avengan a “intercambiar cromos”, ni entre los del mismo bloque ni -por supuesto- entre los contrarios.

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Tanta memez ya harta

Por Mariano Valcárcel González.

Es que no me lo puedo creer.

No me puedo creer que parte importante de la izquierda española siga cometiendo un día sí y el otro también los mismos errores del pasado. Los sigue cometiendo a pesar de lo demostrado que está que son errores de bulto y que repetir las tácticas y las estrategias experimentadas y, por lo tanto, contrastadas en su eficacia (veremos cuál), solo llevan a los mismos callejones sin salidas.

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Fugacidad

Por Mariano Valcárcel González.

De tarde en tarde, que me da por explorar mis estanterías y librerías, por aquello de que me temo que un incipiente síndrome de Diógenes me puede ir ganando la partida.

Que guardar cosas, objetos, cachivaches, tornillos, muelles y demás quincalla siempre puede venir bien, por aquello de que pueden servir para solucionar alguna chapuza; de veras que, a veces, te sacan del apuro esas piececillas que parecían no tener valor alguno. Esto hace que se llenen los trasteros, los garajes, los cajones de herramientas, hasta lo inconcebible e inaguantable.

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Todo, buenas intenciones

Por Mariano Valcárcel González.

Siguiendo el desasosegante argumentario del artículo anterior, me he internado sucintamente en ciertos personajes y biografías que ratifiquen, al menos en parte, lo que allí expuse, o sea la perturbadora influencia de la utilización excesiva del raciocinio intelectualoide, como base para la imposición de ciertas posturas radicales que pueden llegar a concretarse en programas también radicales sobre la población y los estados.

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El corazón tiene razones…

Por Mariano Valcárcel González.

“El sueño de la razón produce monstruos”. Lo sabía perfectamente el gran Francisco Goya y lo sufría tremendamente. Consecuencia en él, las pinturas negras, tremendos sueños alucinados de una mente despierta, y su exilio póstumo de esa España que gritaba: «¡Vivan las caenas!».

Sí, tanta razón de la que presumen ciertos personajes de nuestra actualidad y fatalidad política, razonables según ellos hasta la médula, está produciendo certeramente monstruos ya irreversibles, como esos gremlins de la película que, una vez transformados por el efecto exterior, no es posible volverlos a su ser apacible, cariñoso y bienintencionado (achuchables).

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Migraciones, bis

Por Mariano Valcárcel González.

Decir cosas por decirlas, o con aviesa intención, es fácil, sobre todo cuando no se deducen responsabilidades de lo que se ha dicho. Contar bellaquerías sabiendo que lo son es indecencia común y, se ve, sin la oportuna sanción o advertencia.

Yo me asomo al tema de la inmigración y me siento confuso; no puedo emitir afirmaciones tajantes en uno u otro sentido, pues encuentro variables datos y circunstancias suficientes como para, al menos, ahorrarme la vergüenza de que me las invaliden a la primera de cambio (o me digan mentiroso en toda la cara).

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Mentiras a mogollón

Por Mariano Valcárcel González.

Vivimos en una perpetua y continuada mentira y esto es recurrente e inevitable.

Ahora parece ser que hemos descubierto eso llamado “fake news”, o sea bulos y mentiras disfrazadas de verdades por la categoría de los que los emiten. Y como quienes los emiten saben que si proceden de ellos se los tragarán los demás a los que van dirigidos (que además los admitirán sin rechistar), pues el método resulta infalible y de una efectividad letal. ¡Ah!, y también lo que se viene en llamar “el Relato”, que consiste en manipular significativamente cualquier realidad (o sea, contar lo que nos da la gana y como nos da la gana).

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Quien los quiera, que los pague

Por Mariano Valcárcel González.

En fin; que la vida está llena de privilegios y de privilegiados. Es cosa innegable en cualquier régimen, sistema o situación. Y, quien diga lo contrario, miente como un bellaco.

Y más, llena de quienes no pueden acceder ni a los privilegios ni a ser privilegiados. También es verdad absoluta.

En este mundo, tener algún privilegio o ser privilegiado tiene su proceso, su camino más o menos sinuoso y difícil. Como dijo aquella de la serie televisiva («Ser privilegiado, cuesta». Bueno; no dijo eso, pero ya se me entiende…).

 

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Por poco se empieza

Por Mariano Valcárcel González.

No recuerdo bien (más bien mal) aquella cita de Bertold Brech que decía algo así como: «Vinieron a buscar a…, y me quedé en mi casa; luego vinieron a por…, y me quedé en mi casa; más tarde fueron a por… (y así seguido) hasta que finalmente llamaron a mi puerta».

Sí; poco a poco van sucediendo cosas que nos parecen nimias o que creemos que no nos pueden afectar, que no nos alcanzarán a nosotros. Por eso, nos quedamos quietos en nuestras casas, en nuestras seguridades. No, no somos valientes; menos aún, temerarios. Esperamos que todo transcurra sin llegarnos siquiera a rozar. Total, ¿nosotros qué hemos hecho?

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Las dos caras de Jano

Por Mariano Valcárcel González.

He leído ya varias veces artículos y reflexiones acerca de un tema sin duda controvertido y tal vez hasta insoluble; es el tema de la exigencia de concordancia, o no necesidad de ello, entre lo personal y lo público.

Bien que lo personal entra en el universo de lo privado donde nada ni nadie debería arrogarse el derecho a intervenir en principio. Lo de cada uno es su patrimonio más o menos íntimo, según sus deseos y obrar, y se revelará si cada sujeto así lo quiere. Además, que se entra en el terreno de los deseos, las pasiones, los sueños e ilusiones, las decepciones y los triunfos, los laberintos más recónditos del alma o del cerebro. Es terreno complejo.

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