Constancia de sus propias virtudes, 1

13-09-2010.
El hombre no siempre tiene constancia de sus propias virtudes. Me refiero al hombre verdaderamente virtuoso. Yo sí la tuve, a pesar de mi corta edad, de mi oscura belleza, y quise usar de ese conocimiento, porque la belleza, a veces, no es nada más que un esplendor esporádico que florece unos instantes, unas horas, o a lo sumo una estación; y otras, es como una floración sucesiva: la evolución de las formas del cuerpo, siguiendo o despreciando, según los casos, el embellecimiento o la degeneración del espíritu.

Continuar leyendo «Constancia de sus propias virtudes, 1»

Melanipo

27-08-2010.
Pero estábamos hablando de Melanipo, creo. El hijo mayor de mi padre Crises y de su mujer Dica. Junto a él me instruí en el arte de la guerra, con otros compañeros de la misma edad: Yolao, el de los bucles negros y los párpados siempre cansados de sueño, hijo de Epiménides, impulsor de la nueva muralla de la ciudad, y que murió en la miseria, según supe más tarde, a causa de las cuantiosas deudas que contrajo con los canteros de Eubea; Biaquis, el de tobillos tan ágiles como los de las muchachas, hijo del perfumista Cariadis ‑venido de la ciudad de Helo cuando Esparta la destruyó‑ y proveedor de las principales familias no sólo de Paros, sino de todas las islas pobladas del archipiélago; Folo el bizco, de suave voz y pulso

Continuar leyendo «Melanipo»

Las lecciones de Cleotas, y 2

29-07-2010.
No creas, amigo Cirno, que mis silencios obedecen a flaqueza de la memoria o a suspensión de ánimo, ni mucho menos. No tienen lagunas mis recuerdos de aquellos días, ni mi espíritu se siente indispuesto: sólo me hallo herido por el ulular de perros que me arrebatan y que en las madrugadas me hacen levantar de mi camastro y me arrastran a la calle a buscar consuelo en las ráfagas frías de la lluvia o en el vientecillo que precede a la aurora. Piensa que si los puercos se revuelcan en el fango y en la suciedad, y las aves de corral en el polvo, la ceniza y los desperdicios, el hombre, aun siendo un ser superior a las aves y a los cerdos, tiene derecho a revolcarse en el cieno de sus propios secretos y en el lodo de sus debilidades.

Continuar leyendo «Las lecciones de Cleotas, y 2»

Las lecciones de Cleotas, 1

14-06-2010.
No entendía yo por aquellos días las lecciones de Cleotas. Se empeñaba en hacernos ver que el mundo era el resultado de la confluencia del principio activo que representa el dio Eros, y que se concreta en al atracción mutua de los sexos, y del principio de la discordia que se ampara bajo la protección de Eris. Tampoco podía entender que la discordia se pudiera desdoblar en dos esencias: una negativa, que desencadena las luchas y los conflictos; y otra positiva, que en gran medida promueve el trabajo y el bienestar dentro de la pacífica competencia.

Continuar leyendo «Las lecciones de Cleotas, 1»

El fulgor de la juventud, y 2

29-05-2010.
Junto con Melanipo y Arcesilao, hijos de Crises y Dica, me entregaron al anciano maestro Cleotas, que tenía una escuela al otro lado de la ciudad, junto a los juncales de la ribera, pasado el primer cuerpo de muralla, y una casa pegada a la escuela y recostada sobre un ribazo en donde solía recogerse a la caída del sol una bandada de tórtolas que él mismo alimentaba con semillas de majoletas y arvejones.

Continuar leyendo «El fulgor de la juventud, y 2»

El fulgor de la juventud, 1

15-05-2010.
Un instante dura el fulgor de la juventud. Sólo un giro en los cuerpos celestes suspendidos en el vacío del firmamento. Cuando gozamos de los floridos años nos parece que nunca han de trocarse las galanuras del cuerpo en harapos de vejez, y la agilidad de los miembros en torpeza y pesadumbre. Tienes el ejemplo de las flores: la hermosura de las violas o los lirios silvestres o la llamativa azalea dura un soplo. Luego se agostan, se hacen humo, polvo, nada.

Continuar leyendo «El fulgor de la juventud, 1»

De Crises

24-04-2010.
De Crises, mi padre, hasta las aves que coronan los bosquecillos de encinas del monte Gelo conocen su nombre, mi joven Cirno. Incluso gozó en vida ‑don que a pocos nobles se le concede‑ de una estela ante los muros del santuario dedicado a Palas, con inscripción del poeta Minio que creo recordar que decía algo así: «Llegar a ser de verdad un hombre bueno». Lo que no deja de ser un mal verso y una frase manida.

Continuar leyendo «De Crises»

Siempre me pareció grácil

12-04-2010.
Siempre me pareció grácil, flexible como las palmas de las orillas del Emiros, en las fronteras de Cartago, de donde llegó a la edad de trece años. Te digo, mi buen amigo Cirno, que pálida es la estirpe de Afrodita y opaca la de Helena, si las comparáramos con la suavidad de su cuerpo. En toda la isla no hubo mujer que gozara de una piel como la suya. Hablaba una lengua extraña, la de los sículos, que habían cruzado el mar desde la Tricania.

Continuar leyendo «Siempre me pareció grácil»

Mal tiempo, y 2

27-03-2010.
Aunque estoy acostumbrado a ello, supe, al escucharte, que el fracaso se consumaba definitivamente. Se puede ser inexperto en el arte del olvido, pero no eternamente; o insensato, hasta que se descubre la cordura; temeroso, pero no hasta el punto de ceder al enemigo el exiguo botín de la propia vida. Yo me he obstinado en negar la evidencia de lo que es puramente claro como las aguas espejantes de las fontanillas. No creo en las leyes que determinan inexorablemente el destino del hombre.

Continuar leyendo «Mal tiempo, y 2»

Mal tiempo, 1

14-02-2010.
Mal tiempo es este para el hombre libre. Los tiranos insaciables se empeñan en decretar leyes cada vez más restrictivas, y el pueblo no encuentra la manera de derrocarlos. La confusión impone sus normas y el desconcierto anida en el espíritu de los más sabios. La conjuración puede surgir en cualquier momento de no se sabe dónde, pero nunca de los que aman la sabiduría, sino de los aventureros.

Continuar leyendo «Mal tiempo, 1»