
Válgame Dios, que también es mala suerte. Después de siete años en la oposición, abren la caja y la encuentran triste como un misal y más tiesa que la mojama. Todavía no llevan dos meses en el gobierno y ya están en la calle los indignados, los ecologistas, los izquierdistas unidos, los verdes ‑por fuera y coloraos por dentro‑ y el resto de las fuerzas de progreso detrás de las pancartas, incitando a la «Huelga general». El siguiente paso será pedir la dimisión de Rajoy, apoyándose en uno de los principios más sólidos de la democracia popular: «Las manifestaciones callejeras deslegitiman al Gobierno para gobernar».
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