Nací en el 48

 

Nací en el 48. Mi madre siempre me dijo que fue el año de los cuellos anchos. Para los que no estén al tanto de aquellos años, la gente comía poco y los cuellos de las camisas quedaban algo holgados.

De mi infancia en la escuela maternal con las monjas de Cristo Rey recuerdo una frase que, con el tiempo, descubrí que la decíamos porque la oíamos así, sin saber el significado, pero que a nosotros nos servía:

Madre, tengo ganas de hacer las «esaguas», mayores y menores.

No pedíamos ir a la toilet ni al baño. Ni tampoco recuerdo dónde estaban.

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Los hijos de los rojos

Por Antonio Pedrajas Martín

Ayer pasé una tarde inolvidable -plena de nostalgia y de recuerdos- con mi amigo -o por lo menos yo así lo considero- Pepe Aranda. Los dos de Jaén: él de Sabiote y yo de Alcalá. Los dos estudiantes en los jesuitas: él en Profesionales y yo en Magisterio. Los aconteceres de la vida nos han reunido en el mismo pueblo, cada uno en su trabajo.

Comedor antiguo

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Antes la obligación que la devoción

Antes la obligación que la devoción

Por Antonio Pedrajas

Nada más lejos de mi intención que criticar a nada ni a nadie.
En 1960, como había sucedido en años anteriores, las escuelas SAFA en muchos pueblos, así como en otros centros religiosos, acontecía un final de curso apoteósico en los que en una representación casi institucional, se concedía un premio a los mejores alumnos del colegio.
En Alcalá la Real, las distinciones eran tres : Príncipe del colegio, Brigadier y Jefe de Clase. Recaía siempre en los del curso superior, a esta sazón, Preaprendizaje. Para conceder dicha distinción, el único baremo existente era la nota media del curso. Dicho año, obvio los nombres, y en el ámbito del Teatro Martínez Montañés, dos alumnos obtuvieron la nota media más alta. Un servidor y otro compañero: 8,2.

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El príncipe que nunca lo fue

22-09-2011.

 

Hace ya mucho tiempo, cándidos años de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, en una pequeña ciudad del sur de la provincia de Jaén, un mocito soñador, guapetón, de familia pobre, aspiraba a subir algún que otro peldaño de la escala social en la que sus padres se desenvolvían.

En aquellos años, había más escuelas que colegios. Se premiaba a los alumnos brillantes, no con fotos colgadas en los pasillos y a la entrada de las escuelas, sino con un acto bastante solemne, celebrado en el teatro de la localidad, en el que se elegían, entre discursos, teatricos y poesías, al PRÍNCIPE DEL COLEGIO, al BRIGADIER y a los JEFES DE CLASE.

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Mensaje y respuesta

03-03-08.
Mensaje:
En esta vorágine de “zapping” que nos invade, ora en la tele, ora en el ordenador, otrora en el “celular”, se encuentra uno cine, novelas, salsa rosa, concursos, mensajes, llamadas perdidas, correos, emilios, y un largo etcétera. A los que hemos llegado tarde a todas estas nuevas tecnologías de la comunicación (yo confieso que todavía uso teléfono de sobremesa y escribo cartas con estilográfica), nos viene “al pairo” ver a Eastwood o a Burton, aunque mi señora esposa tenga sus preferencias por Banderas, y un servidor se vaya a la tele del dormitorio cuando proyectan a Connery y sus chicas Bond, y nos dormimos con teles separadas cuando en una cadena está Pitt y en la otra alguna de la Loren en sus buenos tiempos. Cada uno tiene sus preferencias y nos respetamos.

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Decálogo del maestro

 

25-11-06.
(Día del maestro, veintisiete de noviembre de todos los años).

 

1.- Entrega tu vida cada día, entre libros, mesas y niños.
2.- Renueva diariamente tu ilusión de vivir, convirtiéndote así en eterno soñador.
3.- Vacíate en la dura tarea de la escuela, dejando algo de ti, lo mejor de ti.

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Acabaremos todos en el campo

Pozuelo de Alarcón, 6 de noviembre de 2006.
Querido D. José del Moral:
En primer lugar, aunque compañeros, no me he atrevido a llamarle Pepe, por no contrariarle.
Le escribo desde la chabacanería y el infantilismo de un pueblerino que ha residido en Alcalá, Úbeda, Sant Feliu de Guíxols, Valencia, Londres, Olocau, Madrid y Pozuelo de Alarcón, desde donde me permito escribirle estas líneas.

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Querido compañero

29-10-06.
QUERIDO COMPAÑERO Y PAISANO ENRIQUE:
En primer lugar, quiero que sepas que, además de leerte con mucho agrado, eres mejor escritor que publicista. No te resto méritos en cuanto a lo que podrías haber sido y no fuiste, por haberte quedado en el pueblo y no haber traspasado los límites de la Parapanda ni el Cerrico Vilches. Igual otro gallo te hubiera cantado, sin que por mi parte atisbe demérito en lo que con tu vida has hecho. Tampoco te sientas tan importante por el número de accesos que tienes, porque algunos, como yo mismo, somos tan lerdos que tenemos que entrar varias veces para escudriñar el lenguaje subliminal que usas. ¡Cómo te envidio!

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