Mi primer amor

Soy un parvulito de cualquier parte del mundo, pues mi caso es extrapolable, y cuyo lugar y nombre poco importan.
Lo que sí quiero es que no caiga en el olvido la historia que voy a contarles, por si le sirviese a alguien e incluso a mí mismo cuando sea más mayor y se me hayan olvidado todos los detalles de éste, mi primer amor apasionado y sincero…


Un día, no sé por qué, sentí algo especial dentro de mí y noté que estaba locamente enamorado de una niña un poco mayor que yo, pues estaba en uno de los primeros cursos de primaria de mi mismo cole. Tuve contacto con ella, en un cumpleaños, donde quedé prendado de su belleza, amabilidad y simpatía. ¡Qué guapa y linda es! ¡Cuánto empecé a quererla!
Por eso, como iba a mi mismo cole, nos veíamos todos días en los recreos, para charlar entretenidamente de nuestras cosas: nuestros gustos personales, nuestras bagatelas diarias, los dibujos animados más guayes, las excursiones que habíamos hecho…, en fin, todo lo que se nos venía a la mano o a la cabeza o que creíamos necesario comentar y contarnos. Yo procuraba siempre llevarle algún regalito infantil, un detalle, en definitiva, como alguna ramita o una flor, alguna estampita bonita, un anillito de prometidos, una piedra preciosa, etc. y veía que a ella le agradaba. Cada día que pasaba estaba más loco por ella y la quería más. En más de una ocasión, hasta le dije a alguien que sabía escribir y con quien tenía suma confianza, que me escribiese alguna notita o carta declarándole mi amor abiertamente.
Pero, mira por donde, llegaron los malos y envidiosos compañeros más mayores que yo, incluso algunos que se llamaban amigos… y aprovechaban cualquier ocasión para ridiculizarme por esa pasión, escribiendo en los árboles o en el parque nuestro emparejamiento, sabiendo que a mí me dolía sobremanera.
Y ahí no acabó la historia, sino que hasta sus amigas más íntimas y con las que ella jugaba en los recreos, al ver que me prefería a mí, le hicieron el arco y la obligaron a que eligiera entre ellas o yo, haciendo que volviera con ellas a jugar y a mí me dejó abandonado, por lo que tuve que refugiarme nuevamente con mi familia íntima y mis buenos e incondicionales amigos de párvulos.
Estoy pasando una fase un tanto chunga, pues me debato en seguir queriéndola, aunque ella no me haga caso ya, o dejar este amor por perdido y dedicarme a mis buenos amigos varones con los que siempre he conectado muy bien. Me siento confuso y dolorido sufriendo este mal de amores…
De todas formas hay momentos que no puedo olvidarla y me siento impotente para mostrarle que ella es lo más importante de mi vida (después de mi mamá, por supuesto), aunque ella quizás no lo sepa.
Por eso me digo, una y otra vez, «qué duro es el amor, cuando uno tiene la mala suerte de no ser correspondido».
¡Ah!, se me olvidaba: mi hermano mayor también está enamorado de la misma persona que yo. ¡Qué conflicto podríamos tener en el futuro…!
Mi madre me dice que soy muy pequeño y que habré de crecer y madurar por lo que seguro que encontraré a mi media naranja, pero eso lo veo tan lejano que no me hago a la idea de que queriendo a Lucía, ella no se dé cuenta de cuánto la amo y me corresponda como es debido…
Todos me dicen que lo que siento es la dulce melancolía del “primer amor”. Que, luego, vendrán otros mucho más bonitos y quizás también más amargos…
¡Qué duro es amar… y no ser correspondido!
Sevilla 3 de febrero de 2025.
Fernando Sánchez Resa

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